Ideas
Más que lenta, fugaz
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Aunque sean muy distintos, la publicación reciente de La vida lenta, los dietarios inéditos de Josep Pla, me ha hecho pensar en El original de Laura, de Vladimir Nabokov. En ambos casos se trata de libros esquemáticos y facticios, que el autor no pensó nunca en publicar. Son, a primera vista, títulos que solo podrían interesar a los incondicionales de Pla o Nabokov, quienes ya lo han leído todo y quieren más, pero la oportunidad comercial los lleva hasta lectores que quizá desconozcan sus obras importantes. Si tienen sentido, para entendernos, es porque el valor del texto aumenta en la medida en que lo puedes complementar con el recuerdo de lecturas anteriores.
Esto es muy claro en La vida lenta. Lo que destaca es la repetición cotidiana, el ritmo dentro de la brevedad, la descripción seca y fría. Hay que acostumbrarse a ello, hay que picar piedra, y así uno va entrando -como por infusión- en un estado de ánimo. Pla en los cincuenta, envejeciendo. Con el alcohol, el insomnio, la depresión, las lecturas, la soledad, la melancolía, la añoranza de Aurora, una antigua amante que vive en Buenos Aires. «Pasada la tarde en casa mirando revistas. Podría vivir en la cárcel», escribe un 21 de agosto. De vez en cuando, dentro de la monotonía escrita sin estilo, surge una frase especial, casi como un descuido. El día 3 de abril visita un museo de Atenas y las obras le hacen llorar. Luego percibe un aviso de primavera y acaba con esta frase: «Día importantísimo».
Todos los dietarios, estén escritos con voluntad literaria o no, cuentan una historia, incluso cuando no son del todo sinceros. El paso del tiempo y la trayectoria vital del autor ponen el resto. En el caso de La vida lenta, es cierto que la voluntad literaria escasea, pero a pesar de todo emerge una obra, un retrato realizado con frases como ramitas, y no como troncos. Es casi como el revés de un tapiz: uno lo mira y enseguida comprende que antes -y después- es preferible leer (o releer) los dietarios que Pla dio por buenos: El cuaderno gris, claro, pero también Notes del capvesprol o Notes per a Sílvia.
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