Los caballeros yihadistas
Jordi Moreras
Profesor de Antropología de la URV.
Jordi Moreras
¿Por qué jóvenes musulmanes marchan a luchar a la guerra de Siria? A la hora de buscar respuestas, se suele echar la culpa a las sociedades europeas (que no han integrado bien), a las propias comunidades musulmanas en Europa (que no se han integrado bien), o a las redes de captación islamista (que sí parecen resultar efectivas a la hora de desintegrar y desvincular a estos jóvenes de sus ámbitos familiares y sociales). ¿Qué es lo que ha fallado para que esto ocurra? ¿Acaso todo puede atribuirse a un déficit de integración social? ¿O quizás ya hemos dado por bueno que los musulmanes son fanáticos por naturaleza?. Cuando se acumulan las preguntas, es síntoma de que las respuestas que habíamos dado hasta ahora ya no ayudan a comprender lo que pasa.
El Estado Islámico ofrece dos componentes sustancialmente diferentes respecto a otros ejemplos del yihadismo internacionalista: por un lado, el hecho de implique a familias enteras que buscan vivir plenamente bajo las normas de la ley islámica. Y por otro, la incorporación de jóvenes desde Europa y otros países musulmanes, que atienden a la llamada de defender el islam de sus enemigos internos y externos.
Pero en este caso, lo que es singular es que muchos de estos jóvenes ya no acceden a esta vía militante a través de las habituales redes de captación, sino mediante un proceso de autoconvicción, sin que participen padres, imanes o amigos. La pantalla del ordenador es la puerta al mundo digital, en el que probablemente muchos jóvenes se sientan más a gusto que en el mundo analógico, y que les proporciona lo suficiente para implicarse en la utopía que propone el Estado Islámico.
Queda claro que internet y las redes sociales son un instrumento de radicalización política e identitaria, pero lo interesante en este caso es que junto a la propaganda doctrinal a la que fácilmente acceden estos jóvenes, se incorporan toda una serie de referentes visuales y estéticos más propios de la cultura de los videojuegos y los relatos fantásticos. Desde hace un tiempo, los analistas de seguridad intentan averiguar la influencia de todos estos referentes a la hora de decidir militar en la yihad. Ya nadie se radicaliza leyendo el Corán, sino jugando a un vídeojuego bélico, cuyo principal trofeo sea decapitar al contrario. Esto no tiene nada que ver con la idea, anteriormente sugerida por los servicios de inteligencia, de los llamados lobos solitarios, una especie de terrorista frío y calculador, como un héroe fílmico a lo Jason Bourne. Ahora hay que hablar de la estética gótica que recrea el mito de Saladino durante las Cruzadas, en el que las espadas vuelven a ser enarboladas, como las nuevas armas del caballero yihadÍ, que también piensa que la fuerza le acompaña.
La violencia puede despertar de golpe a estos jóvenes de su ficción, o quizás pueda hundirles aún más en ella. La cuestión que nos queda por resolver es por qué estos jóvenes musulmanes europeos desean convertirse en héroes y dejar de ser unos perdedores. Y antes del game over.
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