Análisis
El estilo es Messi
Más que ser fiel al estilo, al Barça le conviene ser fiel a Messi, principio y final de todo, capaz por sí solo como ayer de librar al equipo de todos sus males, que fueron muchos y que el 0-2 no acaba de disipar. Messi ejerció de ángel de la guarda, como tantas otras veces, con una de esas actuaciones que le dejan tan por encima del resto que merecería ser recibido en el vestuario con todo el mundo puesto de rodillas. En el Barça nunca hay tiempo que perder y el tiempo vuela cuando las cosas no marchan bien. Pero si Luis Enrique lo necesita para construir su obra, Messi se lo dará. Ya se lo dio ayer resolviendo un partido que, sin esa doble aparición, habría prolongado la cuenta atrás de la paciencia y los reproches que se puso en marcha en Madrid y siguió con el Celta. Y de rebote, la cuenta atrás de levantar la mirada hacia el palco, y pasarle cuentas por todo, por lo que ocurre en el campo y también en los juzgados, para desgracia de Faus, el «señor que no sabe nada de fútbol» según Leo, y que igual tiene que renovarle cada tres días para que sostenga al club mientras el equipo no esté bien acabado y también libre a la junta de según qué males.
Y de momento no lo está. Ha ido como un cangrejo, dando pasos atrás después de un inicio más que esperanzador, muy lejos, de las malas sensaciones que dejó en la primera media hora, en medio de un bloqueo y de un desconcierto nunca visto ante un Ajax al que hizo sentir como si fuera el de los años 70. Incapaz de resistir el tierno descaro de un grupo de jovenzuelos que, por momentos, jugaron como debería hacerlo el Barça, mucho más concienciados para seguir un guion, al revés que los azulgranas. Cuesta recordar al Barça defendiendo durante tantos minutos, sin poder siquiera cruzar el centro del campo, perdiendo el balón en cuestión de segundos en un caos imposible de gobernar. Ese Barça desfigurado reforzó las dudas que le acompañan tras las dos derrotas y dejó en mal lugar el deseo de Luis Enrique de ser fiel al estilo. No porque no quiera hacerlo sino porque es irreconocible.
Así que culés como Carles, que dudaba de si ir al bar a ver el partido, escarmentado por las dos derrotas y una falta de entusiasmo que ha ido vaciando el local, se arrepintieron de haber sido fieles al equipo y salir de casa dándole otra oportunidad. Solo Messi le hizo sonreír. A él, siempre le será fiel.
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