Al contrataque
Invierno en Madrid
Ernest Folch
Editor y periodista
ERNEST FOLCH
La traca de despropósitos en España es ya de tal dimensión que la única esperanza que le queda al Gobierno es que el último disparate tape el anterior. Es decir, que la gestión cutre de la crisis del ébola tape las tarjetas 'black' de Caja Madrid y Bankia, que a su vez entierren el Castor, que a su vez esconda la suspensión del TC. Los dislates gubernamentales ya ni se solucionan ni mucho menos se explican: simplemente se sustituyen, método que provoca el peligroso espejismo de que lo realmente importante es solo lo último que acaba de sernos revelado.
Pero, ojo, porque lo que pretende aprovechar esta curiosa partida de oca que nos lleva de las casillas de Bankia a las hilarantes ruedas de prensa de esta Ana Mato sobornada por el Bigotes es distraer a cualquier precio el escándalo verdadero, el del Castor, nacido del cordón umbilical que une el poder público con el privado. En la traca espectacular de la última semana todo es pura y genuina corrupción, cierto, pero solo la del Castor es plenamente sistémica y transversal. Consciente de ello, Soraya bajó su mirada desafiante y pasó a leer la terrible noticia en voz baja: la empresa responsable de los terremotos según los informes oficiales será premiada con 1.350 millones gracias a un contrato-milagro que en su día autorizó el entonces ministro Montilla, en una precuela de la casta inmortalizada por Pablo Iglesias. Y una prueba más, como ya habíamos descubierto con los negocios transversales y muy hispánicos de la familia Pujol, de que el encaje de Catalunya y España fue también posible gracias al pegamento corrupto que unía dos oligarquías que en realidad eran una sola, grande y libre.
El palco del Bernabéu
Como era de prever, han corrido a decirnos una vez más que aquel acuerdo fue legal y constitucional, que es la fórmula mágica que se usa por igual para proteger a Florentino Pérez o para impedir votar. Legal o no, el saco de millones lo pagaremos mes a mes en la factura del gas los contribuyentes, víctimas del seísmo incluidas, para certificar que todo empieza, pero también acaba, en los deliciosos canapés que gobernantes y periodistas degustan en el palco del Bernabéu, el último lugar de España que no conoce ideologías. Para zanjar el espinoso asunto, la vicepresidenta nos dijo que el proyecto Castor ha entrado «en hibernación».
Y es cierto, en la España de Bárcenas y Millet hace cada vez más frío, a la espera de la siguiente glaciación corrupta que nos deje definitivamente tiesos. El invierno puede ser muy largo en Madrid, como describía C. J. Sansom en su novela sobre la posguerra en la capital. Han pasado muchos años desde entonces, pero los vencedores siguen ganando, y nosotros tiritando. Parece mentira que algunos aún no se hayan dado cuenta de que la forma más rápida y eficaz para abrigarse del frío estatal es una cálida y prohibida estelada.
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