Se cierra el círculo de la era Kirchner

CRISTINA MANZANO

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Pocas horas después de que Argentina entre oficiosamente en suspensión de pagos -oficiosamente porque el Gobierno, por boca de su ministro de Economía, Axel Kicillof, niega que lo haya hecho- es imposible prever las consecuencias. De momento, las únicas e indiscutibles vencedoras son la confusión y la incertidumbre: sobre si hay o no impago, sobre si durará más o menos, sobre si será un acuerdo privado entre un grupo de banqueros y los fondos buitre lo que ponga sobre la mesa la solución...

El embrollo judicial-financiero que ha llevado a Argentina hasta aquí es uno de los mejores ejemplos de cómo aprovechar los resquicios legales para alimentar la extrema codicia que rigió el mundo de las finanzas globales hasta la caída de Lehman Brothers, y está por ver si también después.

Aunque mucho se ha evocado estos días el fantasma del corralito del 2001, la situación del país y el volumen del previsto impago distan mucho del dramatismo que se vivió entonces. Sin embargo, de prolongarse sí tendrá indudablemente un impacto negativo en la vida de los argentinos en un delicado momento económico. Con un crecimiento negativo estimado en un 0,8% para el 2014, unas exportaciones en contracción -cayeron un 12% en los cinco primeros meses del año- y una inflación en torno al 40%, las perspectivas con o sin suspensión de pagos oscilan entre profundizar la recesión o iniciar una tímida recuperación cara al 2015.

Néstor Kirchner supo sacar al país del socavón provocado por la crisis del 2001 y devolverle la estabilidad y la autoestima, envuelto en un recuperado nacionalismo. Con un estilo sumamente personalista, su sucesora siguió construyendo sobre los mismos cimientos y durante años ha gozado de un sustancial respaldo por parte de la población, favorecida también por una oposición débil y fragmentada.

En sus ya casi siete años al frente de la Casa Rosada, Cristina Fernández de Kirchner ha tenido en su mano reformar la economía argentina, pero, en general, ha optado por políticas de corte populista, a base de subsidios y aprovechando unos cuantos años de buena coyuntura internacional.

Tras dos mandatos, Cristina Fernández no podrá presentarse a las elecciones presidenciales de octubre del 2015. Acuciada ahora por escándalos políticos -el más grave, el que implica a su vicepresidente Amado Boudou-, con el aislamiento financiero internacional de nuevo asomando a la puerta y la pérdida de credibilidad como país que ello implicaría, con un déficit fiscal galopante, un creciente desempleo y menos fondos públicos para subsidios de todo tipo, la resolución del episodio del impago y el que la economía se recupere o no van a influir mucho en el legado de los Kirchner.

De mejorar, el candidato oficialista podría tener alguna oportunidad real de pelear por la presidencia. De no hacerlo, el kirchnerismo podría llegar a su fin. Paradójicamente, en el mismo punto donde empezó: con las consecuencias de una suspensión de pagos.