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Una música constante

JORDI PUNTÍ

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Hace mil años, cuando los discos compactos vivían sus días de gloria, leí la novela Una música constante, de Vikram Seth. Contaba la historia de amor entre un violinista y una pianista que se habían conocido estudiando en Viena, y que 10 años más tarde se reencontraban y etcétera. Aprovechando el éxito del libro, alguien tuvo la idea de editar un disco con las piezas que aparecían en él: BachSchubertMozart... Como estaba leyendo la novela y me gustaba mucho, me compré el disco. Cada vez que se citaba una pieza en la narración, yo ponía el disco y la escuchaba. Pero el problema era que no me podía concentrar en todo: o escuchaba o leía, la música era demasiado constante.

En el mundo digital, todo es más fácil y empieza a ser habitual que algunos libros tengan su lista en Spotify. El autor selecciona  canciones que están relacionadas con su texto y el lector puede incorporarlas a la lectura. Hace poco Manuel Baixauli proponía una lista para La cinquena planta (Proa) y Alfaguara suele pedir a sus autores que escojan «una banda sonora» para las novelas que publica. Estos días he estado escuchando las canciones que Agustín Fernández Mallo escogió para LimboGabi Martínez para Voy o Bernardo Atxaga para Días de Nevada. No sé si son tan solo un divertimento, o si amplían de verdad el sentido de la lectura, pero sí responden a una atmósfera literaria y no sería ninguna tontería encontrar en ellas el rastro del estilo narrativo de cada autor.

Cada día son más naturales los intentos por romper los límites de la página. La lección posmoderna abrió el camino para la incorporación de otros lenguajes, pero el libro de papel sigue siendo poco dúctil para los experimentos que traspasan la letra impresa. Quizás el ebook leído en tableta hará más fácil la convivencia entre literatura y música más allá de la imaginación del lector, y siempre podremos jugar a intuir qué música habría elegido Kafka para La metamorfosis. De momento quizá sea sobre todo una brillante forma de promoción pavloviana: cada vez que el lector escuche de nuevo esa música, tendrás ganas de releer el libro.