La clave
La Europa cotidiana
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
Es un lugar común afirmar que no nos jugamos nada en las elecciones europeas del 25 de mayo. La Unión Europea -dicen- está en manos de los estados y el Parlamento es un simple cementerio de elefantes. Ahí estarán el expresidente de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, por el PP, o José Blanco, por el PSOE. Tampoco los temas de la agenda de campaña transmiten gran entusiasmo europeísta: el aborto, la corrupción andaluza, la consulta catalana...
Miro atrás y me encuentro a la Unión Europea hasta en la sopa de las decisiones políticas que más nos han afectado en los últimos años. El euro -parido en la UE- nos trajo los créditos a bajo precio que nos encerraron en la burbuja inmobiliaria. Una llamada de Merkel -en nombre la UE- hizo cuadrar a Zapatero aquel mayo del 2010 y una carta del presidente del BCE permitió cambiar la sacrosanta Constitución una tarde de agosto del 2011 sin que el presidente aprendiera economía. Todo para que antes de dejar de pagar a los bancos alemanes, el Gobierno salvara a los bancos españoles. También me cerraron las urgencias del CAP para cumplir el techo de déficit fijado... por la UE.
Mayorías alternativas
Dicen, por fin, que la UE es una superestructura no democrática controlada por los mercados. Otra razón para no ir a votar. Pero no es más que una sinrazón. ¿Qué le puede fastidiar más a los mercados: una gran manifestación que acaba con una plaza ocupada o un Parlamento europeo más poderoso dispuesto a evitar que los jefes de Estado se merienden los tratados a su medida? Me temo que lo segundo. Porque intuyo que nuestra vida cotidiana no será la misma si el predidente de la Comisión es Juncker, Schulz, Verhofstadt o Keller. Y sobre todo no será la misma si la mayoría la tiene el PPE o una alianza de los socialistas y los liberales para promover la Europa federal.
Desde que llevamos a Europa en el bolsillo, con el euro y el pasaporte, pensar que el 25-M no nos jugamos nada es una ingenuidad del mismo tamaño que cuando nos hicieron creer que el dinero a bajo interés no habría que devolverlo. Vaya, lo que quieren los mercados.
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