Interferencias

Un artista en la frontera

ARTUR RAMON

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Con 87 años, Josep Maria Subirachs murió ayer en Barcelona. Hacía casi 10 años que estaba apartado de la vida pública a causa de una lenta enfermedad. Aunque nos falta la perspectiva del tiempo para valorar justamente su obra es incuestionable afirmar que ha sido el escultor más relevante de la generación de posguerra. Su lenguaje siempre dual combina la tradición con la modernidad, el noucentisme con Henry Moore, la figuración con la abstracción, el positivo y el negativo, el hombre y la mujer, la mitología y el erotismo. Arranca enraizado en las últimas olas del noucentisme y tiene su punto culminante en la experimentación matérica y formal de los años sesenta y setenta del siglo pasado, el Informalismo. Se mueve en un territorio de frontera y por eso es difícil de etiquetar en un país como el nuestro que acostumbra a ser estéticamente dogmático, sin grises.

Su obra en espacios públicos es múltiple y variada. No hay ningún otro artista más presente en Barcelona. Sin contar las más de cien esculturas que forman parte de la fachada de la Pasión de la Sagrada Familia, Josep Maria Subirachs tiene setenta obras situadas en diversos lugares de la ciudad, tratando con el máximo rigor formal y conceptual desde una barandilla a una fachada, desde un plafón de un monumento conmemorativo a la baranda de un párquing en el centro de la ciudad.

Recordemos algunas de sus obras por orden cronológico: Forma 212 (1957), que se encuentra en la entrada de las Llars Mundet, en el paseo del Vall d'Hebron. El friso de las Tablas de la ley en la facultad de Derecho; el muro de hormigón del edificio del Tele-Exprés de la calle de Aragó (1966); el friso Barcelona del edificio nuevo del ayuntamiento, en la plaza de Sant Miquel (1969); Homenatge a Barcelona, en la plaza del Mirador de l'Alcalde, en el parque de Montjuïc; Diagonal (1969), hormigón policromado, en el metro de Barcelona; los relieves Comunicació i Computació, en la esquina de la plaza de Francesc Macià (1971); la Porta de Sant Jordi, en el Palau del Lloctinent (1975), Matèria-Forma, pedra travertí, en la planta baja de dicha casa, y el monumento a Francesc Macià, en la plaza de Catalunya (1991), entre muchas otras.

Entre las obras monumentales de Subirachs, eligiría: Al prototip creat per a Montesa, en Esplugues del Llobregat, el monumento a Narcís Monturiol, en Barcelona, la capilla del Santísismo y el Homenatge a Ramon Llull, en el Monasterio de Montserrat; L'arquitecte, en el barrio judío de Girona y las puertas de bronce de la Sagrada Familia.

Subirachs. Un clásico. Un referente. Un hombre y un artista que su tiempo no ha acabado de entender, pero que la posteridad pondrá en el lugar que merece, como ha pasado con tantos otros de nuestros creadores.