Análisis

Ganas de perder el tiempo

JOAQUIM COLL

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El debate reflejó la enorme preocupación que en la política española causa el envite secesionista, pero también la conciencia general de que estamos ante un problema irresoluble. La consulta no tiene hoy cauce político y el llamado derecho a decidir no se puede ejercer de forma unilateral ni entenderse tampoco como autodeterminación, según estableció el Tribunal Constitucional en su última sentencia. Además, técnicamente la vía del artículo 150.2, que defendieron desde la tribuna Jordi Turull, Marta Rovira y Joan Herrera, es un falso camino que ya fue rechazado por el Congreso tiempo atrás a petición de ERC. Es cierto que, si el PP y el PSOE tuvieran interés en dinamitar la integridad del Estado, encontrarían el resquicio constitucional para hacerlo. Pero parece bastante lógico que no sea así. Pensar de otra forma es llevarse a engaño y ganas de perder el tiempo.

La votación fue tan previsible como el contenido de las intervenciones, más allá de un tono deliberadamente amable. Mariano Rajoy fue sólido en su negativa pero repetitivo e incapaz de reconocer que existe un problema político de fondo. Alfredo Pérez Rubalcaba, en cambio, resultó mucho más empático, hizo un discurso inteligente y volvió a proponer una reforma federal de la Constitución para decidir todos juntos nuevamente. Por su parte, los partidos soberanistas solo fueron a recoger la negativa del Congreso para llenar el álbum de agravios y quemar así otra etapa que nos aboque al adelanto electoral o, aún peor, que legitime la estrategia del desbordamiento de la ANC.

Hace unos días, el escritor Eduardo Mendoza dijo que todo esto nos estaba haciendo perder demasiado tiempo y energía. Por desgracia, eso es lo que ayer sucedió en el Congreso.