Editorial

La Constitución, la parte y el todo

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El debate sobre la proposición de ley del Parlament para que el Estado cediera la competencia para «autorizar, convocar y celebrar» un referendo consultivo sobre el futuro político de Catalunya terminó, como estaba cantado, con una abrumadora mayoría en contra. Sentado eso, el debate no fue en absoluto insustancial, sino que tuvo altura jurídica y política. Otra cosa es el resultado práctico que se puede desprender de lo discutido ayer en el Congreso de los Diputados. En este sentido, pese a los retóricos llamamientos al diálogo, no parece que exista una voluntad real de negociar una salida a un proceso que cumple ya un año y medio.

Se confiaba, por ejemplo, en que la reciente sentencia del Tribunal Constitucional (TC) del 25 de marzo, sobre la declaración soberanista del Parlament de enero del 2013, fuera utilizada durante el debate como una «pista de aterrizaje», en palabras del ponente Joan Herrera. Y, en efecto, la sentencia fue repetidamente citada, sobre todo por los intervinientes favorables al «derecho a decidir». El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sin embargo, solo la mencionó en una ocasión para invitar, como hace el TC, a la reforma constitucional a aquellos que pretenden objetivos que, en su interpretación, la Carta Magna ahora no permite.

LA alusión de Rajoy a la reforma de la Constitución se limitó, como ha hecho en sus últimas intervenciones públicas, a una mención genérica, sin aclarar siquiera si su Gobierno y su partido están a favor. Este camino es el que defendió, como también se esperaba, el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, para completar la estructura del Estado en sentido federal, con un mecanismo que incluya un voto de todos los ciudadanos españoles para sancionar la reforma y un referendo posterior solo en Catalunya para que los catalanes aprueben otro Estatut que debería elaborarse a partir del nuevo encaje de Catalunya en España contenido en la revisada Carta Magna.

Así se resolvería la cuestión de si una parte puede decidir sobre el todo, es decir, si Catalunya puede en un referendo pronunciarse sobre algo que, según la Constitución actual, corresponde a todos los españoles. Este fue uno de los meollos del debate y en el argumento de que no es posible que una parte decida sobre el todo coincidieron tanto Rajoy como Rubalcaba. En eso y en que la democracia no puede prescindir de la ley. «La democracia es no reconocer por encima de los ciudadanos otra autoridad que la ley», dijo el presidente del Gobierno. «El primer principio democrático es cumplir las leyes», señaló el secretario general del PSOE.

Democracia, legalidad, y la imposibilidad de ceder una competencia indelegable a través del artículo 150.2 de la Constitución porque afecta a la soberanía y porque vaciaría al Estado de una competencia exclusiva dominaron la parte jurídica del debate. Una interpretación que objetó Duran Lleida desde el punto de vista jurídico, pero, sobre todo, político. «No es un pleito jurídico, es un pleito político», remachó el portavoz de CiU, que rechazó la visión de la Constitución como un muro basándose en la citada sentencia del TC, que asegura que la española no es una «democracia militante» que impida idea alguna. Duran insistió mucho en que el referendo sería consultivo y en que no se trata de votar sobre la independencia, sino de conocer la opinión de Catalunya para después negociar y pactar con el Gobierno.

Estos argumentos perdieron fuerza, de todas formas, por el hecho -subrayado por Rajoy- de que ya están fijadas la fecha y las preguntas de la consulta y porque la ponente Marta Rovira (ERC) había planteado sin tapujos que los catalanes quieren votar sobre la independencia. Duran y Rubalcaba coincidieron en que «hay un problema» y en que es preciso resolverlo. Y la única forma de hacerlo es mediante el pacto y la negociación. Ambos, con intensidad distinta, se pronunciaron por la reforma de la Constitución como el camino más factible. Pero para que esta vía sea tomada en consideración es preciso que el Gobierno y el PP apuesten por ella, y eso, por desgracia y por el momento, no parece que esté en el orden del día.