IDEAS

Colita, en la Pedrera

XAVIER BRU DE SALA

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Colita, ¡porque sí!. Una retrospectiva en La Pedrera, tan importante que invita a una consideración de envergadura sobre la aportación de los artistas e intelectuales de la generación anterior y de la suya, los que vivieron, no diré sufrieron en todos los casos, lo más duro del franquismo. Ya que no es tiempo de bisturís, lo formularemos de manera en apariencia inocua a pesar de que nada inicua: Colita se dedicó bastante a la fotografía de rodajes de filmes, de muchos de los cuales no queda mucho más rastro que el de sus fotos fijas. ¿Cómo es posible? La respuesta, cortante como un estilete, está en boca de la fotógrafa oficial de aquello: la gauche divine no existió. Era un invento, una apariencia, una efímera burbuja. Pero también un pasaporte imprescindible al reino de la frivolidad izquierdosa que tanto dominó el panorama de la Barcelona de los 60 y los 70.

¿Por qué imprescindible? ¿Cómo es que algunos lo usaron como un juego y una máscara de quita y pon mientras que los otros eran, han sido y serán siempre incapaces de decir o de hacer nada consistente y significativo?

Basta una visita a la exposición de Colita en la Pedrera para encontrar la respuesta. Solamente hay que profundizar en la admiración hacia uno de nuestros más sensibles y lúcidos artistas. Mientras unos no pasaban de cínicos y vividores -y su condición de autoproclamados izquierdosos les permitía desentenderse de todo y de todo el mundo menos de ellos mismos-, los otros eran vividores, sí, y les aplaudimos porque de esto se trata.

Pero aunque se hicieran el remolón para ser acogidos en el Bocaccio, eran todo lo contrario de escapistas y acomodaticios. Los primeros rechazaban la realidad y los que eran como Colita pretendían cambiarla. Ahí está la diferencia. De los primeros, algunos de los más vacuos de los que han sabido mantener la fama con una sonrisa elitista displicente, no quedará rastro. Los que se abrazaron al lacerante mundo real, como Colita, perduran y perdurarán.