La diversión de Rajoy

El presidente se inventa leyes polémicas e inaplicables para distraer la atención de lo importante

CARLES RAMIÓ

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Tenemos un presidente de España que es un hedonista y que lo ha sido toda la vida. No es un mito sino que es cierto que Rajoy, cuando era ministro, transitaba de reunión en reunión fumándose un tremendo habano y conversando solo sobre fútbol y ciclismo, sus dos grandes aficiones. Una vez acabado el puro terminaba la reunión para ir a la siguiente, con personalidades distintas, en que se repetía el ritual. Y Rajoy de este modo, y tras su travesía del desierto, llega a presidente de Gobierno en un momento de profunda crisis económica, social y política. Decide afrontar estos retos con su explícita y ya legendaria estrategia de no hacer nada y que los problemas se resuelvan solos. Pero se da cuenta de que no hacer nada puede ser muy duro y aburrido para unos españoles sin pan y molestos, y decide darles diversión y espectáculo.

La crisis va a ser más llevadera si los ciudadanos están entretenidos. Y de esta forma se le ocurre impulsar las leyes de educación, del aborto, de reforma local, entre otras. Los analistas observan una contrarreforma en toda regla. Tienen razón pero no entienden que estas iniciativas legislativas y otras políticas son fundamentalmente unas calculadas estrategias de diversión y entretenimiento. Estas leyes se van a promulgar pero apenas se van a aplicar. Son leyes tan anacrónicas y tan mal elaboradas desde un punto de vista técnico que la sociedad y las instituciones las van a rechazar y va a tener mecanismos jurídico legales para bloquearlas. Y es que, como dice el clásico, no se puede gobernar por decreto. Y tampoco se puede gobernar determinados temas acomodado en la mayoría absoluta. El cambio de reglas en materias tan sensibles como educación, moral individual o la organización local solo pueden ser producto de un consenso político y de una gran complicidad social. Sin ello en los países democráticos y avanzados las instituciones y la sociedad tienen sus propios mecanismos para bloquearlo y anularlo.

Rajoy que no es tonto lo sabe y no se preocupa ya que no pretende ni tan siquiera dar marcha atrás en nada sino solo divertir a los ciudadanos. Los ministros Wert, Montoro y Gallardón han asumido con entusiasmo su papel de cómicos al servicio de una comedia diseñada con precisión por Rajoy. Los muy conservadores se calman, los centristas y progresistas se excitan. Todos están entretenidos y se hace más llevadero el desempleo y el no llegar a final de mes.

Alguien puede tener la tentación de pensar que Rajoy es un genio y un innovador. Nada más lejos. Se ha limitado a copiar y a seguir la estrategia de su antecesor. Zapatero hizo exactamente lo mismo pero en un contexto económico y social distinto. Cuando llegó a la presidencia del Gobierno España estaba en pleno auge económico y relativamente tranquila a nivel social. Era un momento idóneo para hacer reformas estructurales de todo tipo para afianzar el desarrollo y para amortiguar una crisis todavía no prevista pero que se tenía la seguridad de que vendría más tarde o más temprano. No hay que ser un visionario ni un marxista para saber que los tiempos de bonanza y de crisis son cíclicos. Pero Zapatero se dedicó a las políticas simbólicas: temas de género, lucha contra la homofobia, cooperación internacional, memoria histórica. Todas necesarias e importantes pero insuficientes si no iban acompañadas con políticas más estructurales y centrales. Se dedicó a elaborar un discurso de izquierdas, no una política de izquierdas. Su único objetivo también era entretener y divertir a los españoles: contentaba a los progresistas y excitaba a los conservadores.

La prueba del nueve que Zapatero impulsaba un simple divertimento es que en el marco de sus políticas simbólicas se olvidó de lo más anacrónico y vergonzoso que tenemos en este país: el concordato con el Vaticano y los privilegios de una Iglesia católica subsidiada por el erario público. No hizo nada al respecto, salvo poner una mantilla a Fernández de la Vega y mandar a Paco Vázquez de embajador.

Llevamos ahora ya diez años de políticas de pan y circo al principio y solo de circo después y estamos totalmente aburridos de tanta diversión superficial. Recordamos con espanto el pensamiento difuso de Zapatero y tenemos que soportar ahora a un presidente de pensamiento ambiguo y de afición hedonista que ha encontrado en su antecesor a su mentor. ¿Nadie se ha dado cuenta que Rajoy y Zapatero son muy parecidos incluso a nivel intelectual? Acabo con otra anécdota: hace poco una persona que se había reunido recientemente con Rajoy me comentó para impresionarme: Rajoy es un intelectual, ¡se sabe todas las alineaciones de los equipos de Segunda División! En efecto, me quedé muy impresionado… Catedrático de Ciencia Política

y de la Administración (UPF).