Análisis

'Dalinianos'

BARTOMEU MARÍ

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Este era el título de una exposición que con Valentín Roma y la complicidad de Joanjo Lahuerta empezamos a hilvanar intelectualmente en el año 2011, y que la exposición del Centro Pompiduo y el MNCARS interrumpió. ¿Cuál ha sido la influencia del pintor catalán parisino neoyorquino en el arte de hoy? El estilo pictórico ciertamente no. Nada del arte de hoy se parece a los relojes blandos o a los paisajes extraños que nos dejó como iconos del arte del siglo pasado. El arte de principios del siglo XXI no es pictórico, ni onírico, ni fantasioso: es realista, brutalmente figurativo y narrativo. Recuerdo que los estudiantes de los años 80 aprendimos primero quién era el Dalí escritor de manifiestos incendiarios en las clases de literatura catalana -cuando se estudiaban las vanguardias de principios del siglo pasado- porque la historia no llegaba al siglo XX, se detenía en algún lugar impreciso desde el que se apuntaba el dedo a Picasso y basta. El acceso a la estética moderna que hemos tenido muchos de nosotros, menos mal, ha sido literario. ¿Se enseña todavía Baudelaire en la escuela? ¿Los jóvenes que salen de los institutos hoy han oído hablar de Dadà?

La pervivencia del espíritu daliniano en el arte del presente debe buscarse, en mi opinión, en la actitud del artista, el cultivo de la personalidad como parte del valor de la obra, el uso inteligentísimo de los medios de comunicación de masas de su momento (después de la segunda guerra mundial), la interdisciplinariedad, la producción constante de paradojas potentes e hipérboles exorbitantes y, sobre todo, la elegancia. Andy Warhol entendió, muy probablemente, de Dalí que el artista de su tiempo tenía que ser un personaje y que la obra no podía desligarse de la figura, de la personalidad del artista. De Velázquez sabemos muy pocas cosas, de cómo era, cómo vivía y qué pensaba. De Dalí y de Warhol sabemos casi demasiadas cosas. El trabajo del francés Pierre Huyghe, que hizo la obra más sorprendente en la última edición de la Documenta, de quien el Centro Pompidou acaba de clausurar una impresionante exposición -y de quien el Macba presentará pronto un trabajo central- se puede entender en un sentido daliniano, aunque estéticamente se encuentre en las antípodas. En casa, la obra de Antoni Miralda contiene gérmenes dalinianos en ciertos periodos. Vicenç Altaió es un ser daliniano y daliniana es, sobre todo, la filmografía de Albert Serra. Eran dalinianos Martin Kippenberger y Nacho Criado y podríamos considerar a artistas como Juan Luis MorazaPedro G Romero o Joan Vilapuig, entre muchos otros, dentro de esta condición. Pero, repito, ninguno por estética, en todo caso, por espíritu.

La herencia que Dalí pudo haber dejado en Barcelona es escasa. Isona Passola me dijo un día: « ¿Cómo lo haces tú en el Macba sin PicassoMiró y Dalí?» En el Macba, tenemos a Picasso, Dalí y Miró en nuestro entorno urbano o -ahora ya casi- metropolitano. El Museu Dalí de Figueres  es accesible en poco menos de una hora gracias a los nuevos trenes. Con gran parte de su obra repartida por los principales museos del mundo, Dalí es uno de los primeros artistas modernos globales, quizás el más global después de Picasso. Los apuros económicos que alejan a nuestra capital de las grandes exposiciones históricas no deberían limitar el interés por descubrir obras, ideas y frutos del espíritu de los artistas que hicieron que el siglo XX fuese la época en que se proclamó otra manera de relacionarnos con los objetos, las imágenes y las palabras.

Vista desde la perspectiva del arte contemporáneo, Dalí fue un artista que mantuvo relaciones muy ambiguas con el concepto de vanguardia. Situado primero en el centro del movimiento surrealista, se convierte muy pronto en un artista ortodoxo. Y la ortodoxia no tiene lugar en el arte del presente. La ortodoxia no es productiva y hace al arte predecible.  Probablemente por eso el arte ya no tiene nada que ver con el estilo, y casi tampoco con la estética...