¿Contra natura?

SALVADOR GINER

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Hace pocos días, el señor José Luis Rodríguez Zapatero (¿recuerdan quién era?) declaró en un momento de extraordinaria lucidez y erudición místico-metafísica que la consulta al pueblo catalán sobre si nos interesa ser o no una nación independiente era «anti natura». Algunos no habíamos oído esta capellanesca expresión, o la muy similar «contra natura», desde tiempos bastante remotos, en los que un conjunto de pecados (la gente todavía creía en el Demonio) eran eso, contra natura. Lástima que nunca te lo contaban con la necesaria claridad. Imagino que muchos pecados -el robo del financiero corrupto al pobre ahorrador, por ejemplo- son naturalísimos. El mundo rebosa de corruptos, estafadores y otros malhechores habituales. Pro natura.

Curiosamente, sin ser muy pesimista hay que recordar que el hombre no es corrupto por naturaleza, aunque sí es a menudo corruptible. En ningún pequeño tratado de ética -el Evangelio, por ejemplo, o la Declaración Universal de los Derechos del Hombre- se dice que el derecho a que un pueblo sea consultado y decida lo que quiere hacer con su territorio, su presente y su futuro constituya este nuevo pecado, probablemente mortal, que nos anuncia quien fue jefe del Gobierno de España.

Pues bien, ahora resulta que en Catalunya se ha montado una conspiración contra natura para el 9 de noviembre del 2014. En fin, tras el referendo contra natura que harán en Escocia sus ciudadanos (gente, por cierto, trabajadora, ahorradora, distinta de su nación vecina del sur, Inglaterra, y para colmo de males de religión calvinista, cuando la tienen). Preocupante.

Los europeos fueron los inventores del nacionalismo moderno, como todo el mundo sabe, por Prusia, o Alemania, Italia, Francia y sobre todo España. No puede sorprender, pues, que algunos jefes de grupo de partidos políticos nostrats declaren su intención de consultar a nuestro pueblo sobre un asunto tan sustancial como el de si queremos o no ser una nación independiente. (No han dicho nada del Rosselló, el Vallespir, el Conflent y la Cerdanya, pero de momento les podemos perdonar. De momento).

Lo que ha sorprendido a algunas almas ingenuas, como la de este servidor de ustedes, es que el Partit dels  Socialistes de Catalunya -¿contra natura de su nombre?- no se haya sumado. (Uno se imagina a un patriota como Joan Reventós bastante enfadado en el cielo en el que habitan los políticos honestos, un espacio bastante reducido que hay allá arriba). Que no estén el PP de Catalunya o sus colaboradores hacia la izquierda, Ciutadans, ya se explica más fácilmente. Esto aparte, el año que viene nos prometen una declaración conjunta en nuestro bien recortado Parlament. Cabe recordar que los representantes políticos, esta vez, no han tomado la iniciativa: si se han presentado públicamente para prometer consultas o referendos populares ha sido, por encima de todo, por los movimientos cívicos de los últimos años, entre los más multitudinarios conocidos en Europa recientemente, incluida la Via Catalana hace poco. Esto no es malo, al contrario: uno de los defectos de la clase política -en todo el mundo- es que pierde gran parte de su energía en sus propias disputas y luchas por un poder al que siempre

aspira. Aunque jure virginidad moral y solidaridad a diestro y siniestro.

Para tranquilidad de los pusilánimes, el Gobierno central ya ha anunciando que no pasarán (como decían los republicanos durante la guerra civil, pero esta vez al revés: no pasaremos). Las autoridades de Bruselas se han lavado las manos públicamente. Cuando conviene, en Europa todo lo importante es una «cuestión  interna» y la Unión Europea calla. Si no, que se lo pregunten a los ucranianos proeuropeos, que están solos como nosotros. En cada extremo del mismo continente, un pueblo solo. Creíamos que Europa era otra cosa. Aparte de eso, la historia más reciente enseña que es posible conseguir objetivos decentes y nobles si hay suficiente voluntad. Mirando atrás, desde el voto femenino a la prohibición del trabajo infantil y la libertad sindical, pasando por muchos otros logros, casi todo se ha conseguido. El adiós a Nelson Mandela, como antes a Martin Luther King y aun antes a Gandhi, nos lo recuerda cada día.

Las desgracias del Reino de España no terminan nunca. No solamente les estorbamos los catalanes -excepto para el pago de impuestos, el avance de la ciencia y la industria y las exportaciones al extranjero-, sino que ahora resulta que ni los inversores de Eurovegas tienen ningún interés para ir a montar la barraca lúdica a Madrid. No quieren tomar un café con leche con la señora Botella en la plaza Mayor. Es lamentable, pues es una de las más elegantes de Europa (la plaza, quiero decir). Dicen ahora que Oriente es más interesante para ellos. Quizá sí. Sociólogo.