Catalunya, una nación de lengua, cultura y convivencia

"Las propuestas de lo que se conoce como tercera vía parecen de muy poca viabilidad. Por parte catalana existe mucho escepticismo y por parte del Estado es peor, existe un rechazo total"

El líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, ayer en el Congreso de los Diputados.

El líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, ayer en el Congreso de los Diputados.

JORDI PUJOL SOLEY

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Vivimos un tiempo de una muy fuerte tensión en lo que concierne a la relación entre Catalunya y España. Lo vivimos en el ámbito político, y en general en el de las actitudes y los sentimientos. Con la consecuencia de que se produce una gran colisión.

No es objeto de este artículo repasar la evolución de los planteamientos de los años sesenta y setenta, y también de los ochenta y noventa --ya con democracia y autonomía--, a los de ahora. Entonces los objetivos eran la construcción de un Estado español democrático, socialmente avanzado e incorporado a Europa. Y que en el aspecto económico y social se realizara un esfuerzo de solidaridad también territorial. Y también --no como coletilla secundaria, sino como una condición de éxito-- que respondiera bien a la estructura plural que la justicia y la eficiencia reclamaban de un estado plurinacional (o con varias nacionalidades, para decirlo en términos muy literalmente constitucionales).

Estos objetivos requerían un compromiso firme de todos los componentes del Estado. De todos los sectores ideológicos. También de las diversas entidades nacionales, o nacionalidades, que lo componen. Y obviamente de Catalunya.

Han sido un proyecto y un compromiso colectivos que aproximadamente durante 25 años han estado vigentes. Con algunos obstáculos, algunas tensiones. Pero en conjunto todos juntos habíamos ido avanzando en esta dirección. Con beneficio para el conjunto del Estado. Beneficio político, social y económico. Con progreso en el terreno de la solidaridad. Con más reconocimiento de los rasgos diferenciales. Uno de ellos, de especial peso y significación, el de Catalunya.

Ahora esto no es así. Ahora se habla de rotura de puentes y de choque de trenes. La perspectiva es muy preocupante. Porque da la sensación de que existe un proceso de aceleración hacia este choque.

Esto explica que haya propuestas de lo que se conoce como una tercera vía. Que hoy por hoy parecen propuestas de muy poca viabilidad. Porque, por parte catalana, existe mucho escepticismo. No se cree en ello. Pero por parte del Estado es peor, existe un rechazo total. Por lo tanto, si hoy no referimos a la tercera vía no es para opinar sobre su viabilidad, sino porque algunas personas y entidades que han hablado de ello han puesto de manifiesto o bien buena voluntad, o bien deseo de encontrar puntos de contacto, o bien simplemente preocupación. Pero también han puesto de manifiesto una muy limitada visión de la reivindicación catalana, de su raíz profunda. De algo que Catalunya considera esencial. Que es la lengua.

Sentencias y leyes

Entre las personas que hablan de tercera vía, y con la excepción de Duran Lleida entre los catalanes, y con ninguna excepción fuera de Catalunya, nadie ha subrayado que la sentencia del Tribunal Constitucional y la 'ley Wert', que significa hacer recular muy notablemente el catalán en la escuela, son obstáculos decisivos para cualquier recuperación de un proyecto común de estado y de sociedad.

Ya en los años noventa hubo el mismo peligro que ahora tenemos. Transcribimos unos escritos del año 2007 que lo recuerdan:

«En cuanto a la lengua catalana, un recurso en contra de la inmersión lingüística que se había presentado al Tribunal Constitucional se resolvió bien (año 1994). Si la sentencia hubiera sido negativa habría puesto en peligro una pieza clave de nuestra historia política de defensa del catalán y también de integración de los inmigrantes. Cabe decir que entonces no existía en España una campaña contra el catalán como la que existe ahora, o tenía una intensidad más baja, y que el Tribunal Constitucional, presidido por Francisco Tomás y Valiente, gozaba de un prestigio, una libertad y una sensibilidad que el actual no tiene.»

«Y que merece la pena intercalar un comentario sobre la actitud y la sensibilidad del Tribunal Constitucional y de su presidente en lo que concierne al catalán en aquella época. Y Tomás y Valiente, que entonces ocupaba el cargo, dijo lo siguiente: “Soy consciente de que el asunto de más transcendencia que hoy el Tribunal tiene entre manos es el de la lengua de Catalunya”. Y añadió: “Algunos lo niegan y consideran mucho más preocupante el recurso sobre la expropiación que el Gobierno del Estado hizo del conjunto de empresas de Rumasa. Yo les digo que, siempre y en todas partes, puede suceder que un Tribunal Constitucional tenga que sentenciar a favor de una empresa y en contra del Gobierno, sin que suceda nada. En cambio, el catalán tiene muchísima trascendencia no tan solo para el día a día político, sino para la estructura del Estado y el concepto de España”».

¡Qué diferencia entre esta actitud y la chapucería jurídica y la basta politización que ha imperado en el recurso contra el Estatuto de Catalunya del 2006!

Componente de identidad

El presidente Tomás y Valiente tenía claro que la cuestión de Catalunya tenía, y tiene, un componente muy importante de identidad. De conciencia de país. De personalidad colectiva propia. Y que ahí entra en juego el sentimiento. Y entra en juego el hecho cultural y la lengua. Catalunya no es una nación étnica, ni lo quiere ser. Pero es y quiere ser una nación por lengua y cultura. Y por capacidad de convivencia.

La política lingüística, cultural y social de Catalunya durante los últimos 40 años ha respondido a estos principios. Desde formaciones políticas e ideológicas no siempre coincidentes. Per básicamente de acuerdo en temas de estado del bienestar y de convivencia y de lengua. Con el objetivo de que en Catalunya haya el máximo posible de interrelación y de cohesión.

El estado del bienestar puede verse afectado por la pérdida de competencias de la Generalitat y por la asfixia financiera. En cuanto a la lengua además, y de una forma determinante, puede haber una legislación que frene su enseñanza, su uso y su capacidad de ser un elemento integrador ya desde la escuela. Es lo que pretende la 'ley Wert'. Y todo un concepto de España a estas alturas especialmente potente al que la pervivencia plena de Catalunya como pueblo, lengua y cultura estorba. Les resulta insoportable. Y que creen que ahora es el momento, como dicen, de «apretar bien las clavijas» a fin de que: «dentro de dos generaciones, todo esto de la lengua y de la autonomía se habrá acabado» (véase 'Habéis perdido y no os necesitamos').

El tema lingüístico en general, y muy especialmente el de la inmersión –que, dicho sea de paso, no ha sido problema social y de convivencia en Catalunya, todo lo contrario–, ahora debe ser considerado de máxima importancia. Porque Catalunya no es ni quiere ser una nación étnica, pero es y quiere seguir siendo una nación de lengua, cultura y convivencia.