Al día siguiente de las elecciones alemanas

"Alemania tiene también la obligación de contribuir al progreso europeo de una forma decisiva. Y eso requiere liderazgo. Compensado. Controlado y sobre todo autocontrolado. Pero liderazgo"

La cancillera Angela Merkel, durante una rueda de prensa, ayer en Berlín.

La cancillera Angela Merkel, durante una rueda de prensa, ayer en Berlín.

JORDI PUJOL SOLEY

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En el artículo de la semana pasada decíamos que al día siguiente de las elecciones alemanas deberíamos centrar buena parte de nuestra atención en el tema europeo. Porque Europa (y por tanto, todos nosotros) tiene retos que ya son insoslayables, y porque, si bien afrontarlos es trabajo y deber de todos, Alemania deberá jugar un papel no único, pero sí muy importante. En ciertos aspectos, principal. Y eso es urgente. Urgente en términos de un tiempo histórico. Y también en términos más coyunturales.

1. En términos históricos y de globalidad es evidente que Europa pierde peso demográfico, político y económico. Los geógrafos habían definido hace siglos nuestro continente como una península del gran continente asiático. Una pequeña península, sin embargo, que gracias a un esfuerzo civilizador grande y sostenido, a una formidable acción colectiva de invención de valores y de ideas, se ha convertido durante muchos y muchos siglos en la parte más creativa y más dinámica del mundo. Y hoy sigue teniendo un alto nivel. Pero amenazado o ultrapasado en los ámbitos que antes hemos mencionado, el demográfico, el político y el económico. Y el tecnológico.

Sobre este último punto --el tecnológico y científico--, la Unión Europea intentó reaccionar en el año 2000 con el Tratado de Lisboa. Que se fijó el objetivo de ser la primera potencia tecnológica del mundo en el 2010 (en tan solo diez años). Algún progreso ha habido, pero nos hemos quedado lejos del objetivo. De hecho, en conjunto, la primera década del siglo XXI no ha sido buena para Europa, por lo menos en términos relativos. Es decir, respecto a los EEUU y a los países emergentes, especialmente los asiáticos.

2. A pesar de ello, Europa en general, y sobre todo la UE, sigue siendo una historia de éxito. Lo es porque desde 1945 no hay guerra en Europa (con la excepción de los conflictos balcánicos) y lo es por la calidad de su sistema democrático. Y lo es también por su Estado del bienestar, sin duda el mejor del mundo. Por su capacidad de combinar productividad económica con calidad de vida y política mediambiental.

Los europeos podemos seguir sintiéndonos orgullosos de ser europeos. Sobre todo lo sabemos combinar con voluntad de tomar un nuevo impulso.

3. Esto --un nuevo impulso-- es urgente. Ahora no se puede aplazar. Con la situación política alemana clarificada --esperamos que la falta de mayoría del gobierno no sea un obstáculo-- Alemania debe encontrar la forma de impulsar la unión política europea. Repitámoslo: debe encontrar la forma de impulsar la unión política europea. Es decir, de combinar el liderazgo económico con la colaboración política con el resto de países de la Unión. Con todos ellos, aunque particularmente con Francia, en el marco de un discurso de valores profundamente democráticos, sociales y éticos.

Si Europa, que era pequeña --una península asiática--, durante dos milenios largos se ha consolidado y finalmente ha ejercido el liderazgo ha sido por sus ideas y sus valores. Y ahora, para tomar un nuevo impulso o simplemente para salvarse, deberá recuperar y renovar sus ideas y sus valores.

4. Pero hablemos antes de las decisiones de carácter económico, social, político y sobre todo institucional. La señora Merkel dijo hace tiempo: «De esta crisis tan solo podemos salir con más Europa». Con más capacidad de decisión a escala europea. Con más unidad política. Planteada, esta unidad, con todas las garantías democráticas. Con escrupulosidad democrática --no cabría decirlo--, pero con eficacia y garantía de cumplimiento.

Muy pronto tendremos una señal de si Alemania y Europa van por ahí: la unión bancaria, es decir, el organismo y el mecanismo que deben hacer posible que la Unión Europea controle el funcionamiento de los bancos europeos. Un hecho especialmente significativo, dado que uno de los factores principales de la crisis económica ha sido el mal funcionamiento del sistema bancario.

¿Se dará este paso? ¿Será de aceptación general? ¿Lo impulsará Alemania, que por un lado lo reclama pero por el otro podría quererlo frenar?

5. Será una señal muy significativa. Pero habrá muchas otras. Muy diferentes. Por ejemplo, ¿por qué el programa de Lisboa sobre tecnología e investigación no se ha cumplido? Lo que tenía que evitar que Europa perdiera posiciones en el ámbito de la ciencia y de la tecnología. Porque no ha habido capacidad de hacer cumplir los compromisos de los estados. Porque no ha habido bastante poder político en la Unión Europea. Y como esto, muchas otras cosas. En cambio ha habido más poder político a la hora de hacer cumplir las medidas de austeridad. La Unión Europea y muy particularmente Alemania han dispuesto de elementos de presión mucho más potentes. Y de una herramienta lo bastante eficaz como ha sido el Banco Central Europeo. Es decir, capaz de ejercer una acción de gobierno. Ya en la línea de lo que se ha denominado «más Europa».

Sobre lo que se pueda hacer ahora en Europa, tras las elecciones alemanas, existe la incógnita y la esperanza de que haya un cierto relax de las políticas de austeridad. Y es probable que así sea, pero moderadamente. En primer lugar porque algunos países, sobre todo del sur, todavía no han superado sus dificultades. Y porque la opinión pública de Alemania y otros países europeos, a pesar de ser conscientes de que hay que evitar el ahogo de las economías que aún no se han recuperado, reclaman disciplina y cumplimiento de los compromisos. Y tienen razón, siempre que actúen con flexibilidad.

6. De esta tensión entre el norte y el sur, que en parte equivale a entre países exigentes y países que han actuado con poca o mucha ligereza, estará bien que hablemos otro día. Es un tema de gran contenido no tan solo político y económico, sino de valores y de concepto de sociedad. Un tema demasiado profundo y largo como para tratarlo ahora superficialmente. Hoy lo único que debemos subrayar es que esto tiene relación con el tema ya citado antes: ¿está Alemania, campeona de la exigencia y de la disciplina (aunque en un determinado momento, hace cosa de doce años, también la transgredió), en condiciones de fuerza política y prestigio intelectual y moral de ejercer este liderazgo?

7. No es una pregunta académica. Ni fruto de la irritación de los que se quejan de una exigencia alemana que encuentran excesiva. Es una pregunta que, entre otros, se han hecho algunos personajes tan alemanes y de tanta categoría como los excancilleres de la República Federal, Helmut Schmidt Richard von Weizsäcker. Un socialdemócrata y un democratacristiano. Son representantes de un pensamiento alemán que ha inspirado una formidable y muy positiva recuperación alemana, en todos los sentidos. También en el de los valores y de lo que podríamos llamar la expiación. Y que siguen siendo autovigilantes.

Y está bien que lo sean. De hecho toda Alemania se autovigila. Lo resumió bien un titular reciente del 'The Economist' de hace poco dedicado a Alemania. «The reluctant hegemon», es decir, hegemónico con reservas. Pero esto no les debe hacer perder de vista que ahora Alemania tiene también otra obligación: la de contribuir al progreso europeo de una forma decisiva. Y eso requiere liderazgo. Compensado. Controlado y sobre todo autocontrolado. Pero liderazgo.

Y esto nos hace volver a Sikorski, ya citado en algunos de estos artículos. ('Alemania y Europa', 'Más sobre la triangulación Alemania, Francia, Mali' y 'El tema de hoy'). Sirkorski, ministro de Asuntos Exteriores polonés, es decir, de un país más de una vez dolorosamente enfrentado con Alemania. «Lo que realmente preocuparía no sería que Alemania ejerciera liderazgo en Europa sino que se inhibiera». Esperemos que no lo haga.

8. Afortunadamente no lo ha hecho. Eso sí, en compañía de Francia. Así fue en la época de De Gaulle y Adenauer. Después de Giscard Helmut Schmidt. Más tarde de Mitterrand Kohl.

Un esquema que respondía a dos objetivos básicos: evitar nuevas guerras entre Francia y Alemania y dar consistencia a lo que es el motor de Europa, que es el eje franco-alemán. Y eso hay que subrayarlo ahora también: sin un buen funcionamiento franco-alemán Europa andará coja.

Hoy no corresponde hablar de Francia. El papel se nos ha hecho corto. Pero lo haremos pronto. Y lo haremos con interés, afecto y un punto de preocupación. Porque Francia sufre un cierto estancamiento que es interés de todo el mundo que supere. Porque sin Francia, sin una Francia dinámica y segura de sí misma, Europa no jugará plenamente su papel. Afortunadamente tiene bastante peso en todos los sentidos, y bastante historia y bastante vocación y conciencia de su responsabilidad para jugarlo.