A las puertas del Corinthia, te esperamos, Marginedas

Marc Marginedas, de vuelta a casa en el aeropuerto de Kabul, en noviembre del 2006.

Marc Marginedas, de vuelta a casa en el aeropuerto de Kabul, en noviembre del 2006.

MAYTE CARRASCO

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Cuando pienso en Marc Marginedas me asalta el recuerdo del día que "atracamos" uno de los pocos coches que había a las puertas del hotel Corinthia (hay que ver qué trajín para encontrar vehículo, ¿eh, Marc?), nos metimos dentro y gritamos al conductor ¡a Abu Salim!. Recorrimos las calles de Trípoli hasta llegar a aquel hospital donde se había producido una masacre. La zona, para dar más detalles, no era un lugar, digamos, apacible. Había aún escaramuzas entre rebeldes y leales y algún que otro francotirador. Cubríamos el desmoronamiento de la ciudad y el fin del régimen de Gadafi, o viceversa, acompañados del fotógrafo Edu Bayer, allá por agosto o septiembre del 2011. Fue un gran equipo. Aquellos días, además de pasar mucha hambre, vivimos juntos los malos ratos de la guerra y los buenos ratos del compañerismo, el cariño y la humildad que caracterizan a Marc. Y los del buen humor, ese que ayuda a conjurar la tristeza que produce el dolor que describes.

Cuando llegamos, le observé recorriendo los pasillos del edificio en penumbra, andando a cortos pasos y esquivando los charcos de sangre seca, tapándose la boca porque el olor a muerte y putrefacción era insufrible, anotando cosas en una pequeña libreta con un bolígrafo Bic que mordisqueaba de vez en cuando. Marc era ya una referencia para mí desde hacía tiempo, un periodista de raza, un "ciudadano del mundo", como le gusta a él llamarse, que ama su profesión y viajar, que ha cubierto la guerra civil de Argelia, la de Chechenia, la de Afganistán... ¡entre muchas otras! con un estilo narrativo excelente y un temple que ya quisiera mío.

Y es que yo recuerdo leerle ya en los años en los que estudiaba en la facultad de Periodismo de Bellaterra porque mi abuelo compraba siempre EL PERIÓDICO DE CATALUNYA y rondaba siempre por el salón de casa (entonces no sabía cómo era Marc físicamente, no ponían esas fotos minúsculas en la cabecera de las crónicas). De modo que cuando el año pasado me llamó y me pidió que le acompañara en la presentación de su libro en Madrid, pensé: anda que, ¡si me viera mi abuelo! Fue en La Casa del Libro en la Gran Vía en el segundo o tercer piso, no lo recuerdo bien, donde hablamos de mucho de lo que recoge en su 'Periodismo en el Campo de Batalla', (RBA). Del acto retuve: que dijo cosas muy interesantes y muy ciertas, que me reí de buena gana y que Marc me dio un beso en la mejilla que espero devolverle muy pronto.

Unos meses más tarde acudí a la última edición de los Premios Cirilo Rodríguez en Segovia, donde fue finalista, y guardo en el corazón un entrañable momento de conversación entre Marc, Rosa María Calaf y yo, hablando sobre la deriva autoritaria de Putin, de cosas de la vida y de Siria. Vi aquel día en los ojos de Marc que, como muchos otros reporteros que han pisado suelo sirio, había quedado igual de marcado por la barbarie, la complejidad de todo aquello y las deriva que tomaba la guerra. Allí "no hay buenos ni malos", dijo en una conferencia con los finalistas en Segovia, "y los que toman decisiones están muy lejos de la calle".

Marc siempre ha estado en esas calles, las revueltas, escuchando a los que no toman las decisiones pero mueren de todos modos y anotando en su libreta realidades remotas donde sigue y sigue viajando. Y lo que es más sano: lo hace combinando el empeño del becario y la experiencia del sabio veterano, con el tesón del reportero que cree en su profesión y en el servicio a la sociedad (lo dijo él en su presentación en Madrid). Esperamos noticias tuyas, tu próxima crónica con la foto en la cabecera. ¡Asaltemos el próximo coche a las puertas de los Corinthia! Te esperamos.

(Mi pensamiento con Marc Marginedas y con todos los compañeros secuestrados en Siria de varias nacionalidades, entre ellos James FoleyAustin TiceDidier FrançoisEdouard Elias. 'GIVE US OUR COLLEAGUES BACK!')

Post publicado en el blog de Mayte Carrasco