Marc Marginedas vuelve pronto a casa
Ramón Lobo
Periodista
Periodista
RAMÓN LOBO
Una guerra suele ser un sitio repleto de hijos de puta. Les une una sensación de impunidad, de ser los reyes del mambo con un AK-47 en las manos. El trabajo del reportero es mezclarse entre esta gente, pagar el peaje en miedo, saliva y paciencia para llegar a lo único que merece la pena: los civiles, las víctimas. Nunca fue un trabajo fácil. Se entra limpio y se sale cargado de efectos secundarios, de emociones personales. Nunca fue trabajo para ganar dinero ni reconocimientos de tus jefes. En él solo se consiguen soledades y melancolías.
Te dejas mucho, te gastas en mirar tanto y en sentir de una manera extrema. Las guerras educan a quien las narra, filma y fotografía. Ordenan prioridades, saber qué es importante y qué irrelevante. Las guerras te comen por dentro.
Es difícil expresar lo que siento. Pienso en Marc y cada uno de los 15 periodistas secuestrados en Siria. Acaricio mis yuyos de la suerte acumulados durante 20 años, los que mantienen aviones en el aire, como le sucedía a Gabo con los rezos de su madre, los que logran imposibles. Confío en su experiencia, en su árabe y en la suerte.
Siria es una No Go Zone. Los que parecían los buenos hace dos años y medio fueron engullidos por los malos y los peores. Se repite Irak en 2003, cuando la insurgencia que luchaba contra la invasión estadounidense decidió que los periodistas occidentales eran espías. Contaban con internet y los canales árabes de televisión por satélite para divulgar su mensaje. No nos necesitaban. Hasta entonces siempre fue posible trabajar con la parte débil: Bosnia, Chechenia. Éramos su esperanza de ser conocidos, escuchados. Había inteligencia, estrategia.
Se repite el escenario iraquí, pero en Siria siquiera hay mensaje ni webs, solo gritos, fanatismo, fuerza bruta, armas, barbarie. ¿Son estos la alternativa a Asad?
Solo deseo que Marc esté bien, lo mismo que los demás periodistas y que todos seamos extremadamente prudentes en la información distribuida por las redes sociales. No están en juego exclusivas ni primicias, están en juego las vidas de personas, de compañeros.
No sé cómo saldremos de esta crisis que devora medios de comunicación y periodistas, pero seguro que saldremos gracias al trabajo de reporteros de primera, los que se juegan el cuello en Siria o los que se juegan la salud mental en el Congreso de los Diputados ¡Ánimo, compañero, regresa pronto a casa! ¡Te esperamos!
Post publicado en el blog de Ramón Lobo
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