Sobre el futuro y las pensiones

El incumplimiento de las leyes ha incrementado la desigualdad entre hombres y mujeres incluso tras la jubilación

CARME PORTA

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Hay personas que afirman que las desigualdades entre hombres y mujeres se han superado y que la crisis afecta todo el mundo por igual. Los diferentes informes elaborados desde la Fundación Maria Aurèlia Capmany demuestran que no es así. Lo decimos con humildad, pero con convicción.

Las desigualdades en el ámbito laboral son importantes. Las políticas de apoyo a la mujer hicieron aportaciones innovadoras e importantes, pero el incumplimiento de las leyes y de las directrices que las promueven han acabado con las esperanzas de ese mayor equilibrio. El cambio hacia una nueva sociedad y, por lo tanto, la transición hacia un cambio de la organización laboral, tampoco ha abierto una oportunidad para las mujeres. Las brechas se van ampliando¿ y todo tiene sus consecuencias.

La Comisión Europea publica un informe en el que se recoge que, en el marco de la UE, las mujeres perciben hasta un 39% menos que los hombres en pensiones. Así, la brecha salarial existente incrementa las desigualdades pero al llegar a la jubilación esta diferencia negativa incide de forma clara sobre las mujeres. Entre países, esas diferencias son también evidentes y la media es de un 16,2% menos de retribución en las pensiones para las mujeres. Para el estudio se parte de datos del 2010 y, ahora, estamos en pleno debate sobre la reforma de las pensiones.

Si en las propuestas que hay sobre la mesa sobre la posible reforma ya se prevén injusticias de carácter general, en el caso de las mujeres, esas desigualdades de partida ya suponen profundizar de forma clara en la pérdida de calidad de vida de las mujeres más mayores, y de su entorno, y supondrán todavía más agrandar esas desigualdades.

Hace años que la fotografía de la pobreza tiene un perfil: mujer, mayor y con cargas familiares. Si se sigue profundizando en las desigualdades, este perfil será el de extrema pobreza y, además, repercutirá negativamente de forma clara y directa sobre toda la sociedad, dado que el 52% de la población es femenina y el trabajo invisible de cuidados y atención de las personas está en manos de las mujeres en un porcentaje altísimo. Si no se ponen en marcha políticas reales que avancen hacia la igualdad de oportunidades, se hace cumplir la legislación vigente (siempre y cuando no haya reformas que recorten los derechos) y se mantienen los servicios públicos que favorecen el Estado del bienestar (ya recortado en los últimos años de forma brutal), el futuro que espera a las mujeres no es demasiado esperanzador. Como consecuencia, tampoco para toda la sociedad en su conjunto.

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