MI HERMOSA LAVANDERÍA
Música celestial
Isabel Coixet
Directora de cine
Leo 'Música celestial', de Manuel Trallero, con enorme estupefacción, primero, y con profunda admiración por su autor, después. Las más de 400 páginas de este libro son, además de un documento absolutamente excepcional sobre el "mal llamado caso Millet o caso Palau" (como el mismo subtítulo del libro apunta), una brutal bofetada de realidad para esta especie de ensoñación átona en la que estamos sumergidos. Manuel Trallero no solo ha realizado un exhaustivo y esforzado trabajo de investigación, sino un retrato certero de una época que explica claramente dónde estamos y por qué estamos donde estamos.
No se trata de saber qué robaron Millet (foto) y Montull. Que también. Ni de hacer la crónica de unos hechos que dieron al traste con el supuesto “oasis catalán” y resquebrajaron una institución fundamental. Tampoco el libro se ceba en anécdotas, como la ya legendaria del cobro de la boda de su segunda hija a los suegros de esta. Va mucho más allá. Se trata de desentrañar el mar de fondo que hizo que, desde 1991, dos históricas entidades culturales catalanas fueran la tapadera para que el clan Millet y el clan Montull se lucraran con total impunidad, mientras instituciones, medios de comunicación, partidos, fundaciones, consejos, empresas, Hacienda... miraban hacia otro lado. El paisaje de Música celestial sobrepasa la denuncia a unos delincuentes que, no olvidemos, están en sus mansiones. Es la estampa escalofriante de un país regido por una élite sin escrúpulos, uncida con el convencimiento de que robar sin tasa con la máxima desfachatez es una prerrogativa que les corresponde por nacimiento.
Trallero no se limita a recopilar hechos. Explica perfectamente la figura de Fèlix Millet, un hombre muy astuto que supo darles a todos lo que querían. Al partido socialista, una atracción fundamental del parque temático en que se ha convertido Barcelona. Al PP (Millet y Aznar tuvieron una hermosa amistad que culminó en una generosísima aportación de 3.000 millones de euros del Gobierno central al Palau), la posibilidad de establecer lazos en territorio hostil. A los nacionalistas, una de las únicas instituciones catalanas creadas en el siglo XIX. Y a la sociedad civil, participar del turbio modelo de gestión que empezó en el 92, en el que se mezclan la iniciativa privada con los maltrechos fondos públicos. Cuando terminamos el libro, nos preguntamos cómo nadie, salvo honrosas excepciones (Félix de Azúa, Ernest Lluch, el propio Trallero) no vio, denunció o dijo nada. Es terriblemente significativo que el día que detuvieron a Millet le iban a dar la medalla de oro de la ciudad. Y es aún más significativo que el trabajo de Manuel Trallero (que también tiene un blog donde están todos los documentos del caso) haya sido recibido con indiferencia y silencio. Un elocuente silencio. Si lo encuentran en las librerías, cómprenlo. Y respiren hondo antes de abrirlo.
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