#ouyeah

Madre mía

RISTO MEJIDE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Madre mía. Primer domingo de mayo. No podía ser otra fecha. Tenía que ser en domingo, es el día de ya no me llamas, ya no vienes a verme. Tenía que ser el primero, porque es la única manera de demostrarle a todas las nueras quién sigue mandando aquí. Y tenía que ser en mayo. Mes de María. Malditos curas.

Madre mía. Y ahora qué. Hoy se supone que yo debería darte alguna alegría, aunque sólo fuese una, y la verdad no se me ocurre nada que esté a la altura de lo que te mereces.

Madre mía. Te juro que estoy en blanco. Hoy me encantaría que te sintieras orgullosa, que llamaras a tus amigas y les hablaras de mi última proeza como en su día debió hablar la mamá de Urdangarín. Bueno, igual tanto no.

Hoy de pronto me siento en deuda contigo, por algo que tú jamás has reclamado, ni piensas reclamar en tu vida, ya lo sé.

También sé que no esperas ningún regalo, y sin embargo aquí estoy, a punto de comprarte unas flores. Ya ves tú. Unas flores. Qué son unas flores al lado de todo lo que tú me has enseñado. Qué son unas flores al lado de todo lo que tú no me has enseñado, pero yo sí he aprendido de ti.

Aprendí a ordenar mi cuarto. Que la vida ya se desordena sola. Y seguramente, el acto de ordenar sea una ilusión de control sobre nuestra existencia. Pero cuando ordenas, tiras. Y cuando ordenas, sobre todo, guardas. Si tiras, eliminas el ruido de tu memoria. Y guardar es poner los recuerdos en el lugar que les corresponde en cada momento.

Pero de ti he aprendido muchas cosas más. Tantas, que se me achican los caracteres que me quedan.

Aprendí a asearme y a vestirme. Que para tener la boca muy grande hay que tener el culo muy limpio. A no hablar con la boca llena ni con la cabeza vacía. A decir la verdad, que no es lo mismo que no mentir. A despedirme, que es la única forma que existe de crecer. A comunicar, que no tiene nada que ver con hablar.

Aprendí a callar.

Aprendí que la vida es una lucha que siempre acaba igual, pero nunca del mismo modo. A que la muerte sólo es peligrosa como actitud. A no tener más amigos de los que pudiese cuidar. A tener siempre como mínimo tantos problemas como los que pudiese resolver. Aprendí que ser feliz no consiste en cumplir tus sueños, sino la última actualización de los mismos. Aprendí que nadie es imprescindible, pero que todo el mundo es irremplazable. Aprendí que cuando se es joven, lo inteligente es arriesgarse. Que si lo haces lo mejor que sabes, puedes obtener un éxito o un fracaso, pero jamás un error.

Aprendí a querer.

Querer de verdad, sin necesidad de ser correspondido. Querer mucho, sí, pero sobre todo querer bien. Querer sin herir ni hacer daño. O intentando provocar el mínimo dolor posible. Porque como todo el mundo sabe, cuando agarras con fuerza algo tan delicado como un corazón, eres tú el que se va a hacer daño, sobre todo cuando lo sueltes.

Compromiso. Causa. Efecto. Relación. Palabras muy grandes que me hiciste descubrir y respetar desde muy pequeño. Detalles de lo más pequeños con los que me diste las más grandes lecciones.

Madre mía. Hoy te mereces todo aquello que jamás pude darte. Las expectativas que yo mismo pusiera en mí y en mi futuro, no son nada comparadas con las cosas que hoy te daría si las tuviera.

Para empezar, te daría la razón en tantas cosas. Aunque sólo fuera para quitártela después, ya me conoces.

Será que todavía me siento mal cuando te trato con desgana o desinterés. Cuando te digo que no puedo hablar, que tengo prisa. Cuando te digo que te llamaré y después no lo hago. Cuando te digo «ay mamá no seas pesada». Cuando finjo que no te quiero escuchar.

Ahora que lo pienso, me niego a comprarte unas simples flores.

Hoy quiero regalarte algo tan grande como esa canción de John Mayer: «Padres, sed buenos con vuestras hijas, pues ellas amarán como vosotros lo hicisteis. Algún día se convertirán en amantes que a su vez se convertirán en madres, así que madres, sed buenas con vuestras hijas también».

Hoy quiero regalarte algo para que sepas que soy lo que soy gracias a ti, y si no soy lo que podría haber sido, es sola y exclusivamente por mi culpa.

Hoy quiero regalarte algo tan especial que seas tú la que diga «madre mía».

Póngame ésas.

Sí, las rojas.