Mas y la conjura de l'Empordà
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Fue un gélido 2 de febrero en una acomodada masía propiedad de Luis Conde en el Empordà. Los empresarios que viven subidos en el puente aéreo entre Barcelona y Madrid y que se ganan la vida ejerciendo de catalanes en España y de españoles en Catalunya se reunieron para ver la manera de reconducir lo que ellos entienden como deriva soberanista de Artur Mas desde las elecciones de noviembre. Se querían conjurar para construir una alternativa dialogada y dialogante a la previsible confrontación consecuencia de la consulta que Mas ha comprometido con sus electores y con sus socios del Gobierno. Eran, y son, un grupo consternado por la presunta traición de Mas a quien auparon a la Generalitat para echar del Palau a rojos y a separatistas, por este orden. Mas no solo ha decidido que CiU ya no viva de ser su chico de los recados en Madrid sino que se ha aliado con la pérfida Esquerra para labrarse el futuro. Tantas alteraciones del medio ambiente obligaban a resituar las cosas y para ello se reunieron a charlar plácidamente rodeados del armonioso paisaje ampurdanés.
Pero el día salió atramontanado. Para empezar, fallaron la mayor parte de los invitados de Madrid a quienes había que encargar la dura labor de desbrozar la senda del diálogo ante Mariano Rajoy. No pudo venir ni tan solo la persona que ya cobra por el trabajo antes de hacerlo: Esperanza Aguirre, empleada de lujo del mismo Luis Conde. La razón fue que a la misma hora Aguirre quiso comprobar en primera persona la vitalidad política de Rajoy que comparecía en la Junta Directiva del PP para dar cuenta de los sobres de Bárcenas. Lo mismo le ocurrió a Luis de Guindos. Con lo cual los Oliu, los Nin y tutti quanti se quedaron compuestos y sin interlocutores. Toda un metáfora de esa España actual demasiado ensimismada para ocuparse de Catalunya.
Han pasado dos meses y el resultado de la conjura del Empordà ha sido ciertamente desastroso. Moverle la silla a Mas ha sido un mal negocio. Un Gobierno más débil defiende peor sus intereses, peor no necesariamente cambia de opinión, sobretodo cuando los votos se le marchan por el lado soberanista y no por el de la moderación. La inestabilidad excita las bajas pasiones de ERC que ya huele un segundo sorpaso -ahora a CiU- si Mas traiciona la Diada y sueña con el adelanto electoral. Y el tercero en discordia, el PSC ha decido sustentar la operación solo en la medida que encaja con su propia estrategia y no convertirse en una simple marioneta de las elites catalanas para domesticar a CiU. Elpresident debilitado, sin noticias de la parte dialogante de Madrid y con ERC y el PSC más revueltos. Esta es la resultante de la conjura del Empordà. Esperemos que sus negocios los conduzcan con más éxito.
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