Análisis

Aprender economía: ¡más vale tarde que nunca!

Jordi García Serra

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La propuesta del Instituto de Estudios Financieros (IEF) es una iniciativa que podría parecer loable pero altiva. Sin embargo es equilibradora y social porque el analfabetismo económico no es uniforme, sino regresivo. Es decir, las personas más formadas o con ingresos más altos tienen más facilidades y recursos para entender o consultar qué es una participación preferente o la cláusula «suelo» de un préstamo hipotecario.

En cambio, hay muchos pequeños ahorradores (y deudores) con escasos ingresos o poco instruidos que no tienen acceso a una información financiera imparcial. Solo saben aquello (que han entendido) de lo que les ha explicado la misma persona que les ha vendido el producto financiero. Y esto es como poner al zorro a vigilar las gallinas. Solo puede crear más problemas.

Incluso si esta no pareciera una razón suficiente, igualmente hay que apoyarlo porque estamos en un país en el que la deuda de las familias es de 829.643 millones de euros (el 80% del PIB). Esto equivale a decir que cada español debe casi 18.000 euros a alguna entidad financiera. De este modo, si aquellos que han contraído, hasta ahora, esta ingente cantidad de obligaciones, hubieran entendido mejor lo que firmaron, quizá ahora podríamos evitar algunas nefastas y trágicas consecuencias de los desahucios. Como decía el presidente de Harvard,Derek Bok: «Si la educación te parece cara, prueba sin ella». Ahora ya sabemos los costos de la ignorancia.

En economía se dice que un mercado tiene información asimétrica cuando el comprador y el vendedor no tienen el mismo grado de conocimiento del producto. El mercado de coches de segunda mano sería un claro ejemplo. También sabemos que muchos de los titulares de complejos productos financieros no conocían suficientemente bien sus riesgos, aunque hubieran firmado la «letra pequeña». Estos clientes, con una cultura financiera escasa o nula, confiaron en alguien, que además de asesorarles cobró un sustanciosobonuspor colocarles un producto que nunca deberían haber contratado. Ahora, esta gente ha perdido una parte importante de los ahorros de toda una vida de trabajo, privaciones y esfuerzo.

Por eso esta iniciativa es tan trascendental. Porque dará frutos seguro, ya que se trata de plantar una semilla en un terreno previamente abonado. Si se hubiera iniciado hace años, nadie les hubiera hecho mucho caso. ¡Y sé muy bien por qué lo digo! Cuando acabé la carrera se me ocurrió, ingenuo como era, ir a mi antigua escuela de secundaria para ofrecerme como profesor de economía. La directora, una monja venerable y cordial, me miró fijamente como si mirara a un extraterrestre. Me preguntó por la familia y mientras me acompañaba a la salida me dijo, con un punto de suficiencia, que no existía ningún plan docente, ni escuela de secundaria que quisiera enseñar «economía». Y que lo mejor que podía hacer era dedicarme a otra cosa.

Así que comparto totalmente la iniciativa del IEF y aplaudo a los voluntarios y las entidades que la apoyan. Harán una buena tarea.