El relevo en el Vaticano

Una Iglesia con vigor para el futuro

Benedicto XVI deja pendientes importantes cuestiones doctrinales, organizativas y financieras

Una Iglesia con vigor para el futuro_MEDIA_1

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FRANCESC ROMEU

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Los 117 cardenales que deben escoger al nuevo Papa no lo tienen nada fácil. Aparte de las presiones exteriores que puedan recibir, que son muchas y todas ellas bien controlables, también tienen las presiones internas: las propias amistades, los posibles favoritismos... Todo esto lo pueden dominar perfectamente, incluso lo pueden conseguir si hacen una lectura espiritual del evento, diciendo que quieren ser fieles a una inspiración del Espíritu Santo y que, por tanto, quieren mirar más por el futuro de la Iglesia y del mundo que no por sus propios intereses. Lo que veo más inevitable es que puedan distanciarse de la influencia que les ha dejado la manera y el cómoBenedicto XVIha escenificado su renuncia. Me imagino, el próximo mes, la gran responsabilidad de los cardenales ante la papeleta en blanco donde deberán escribir el nombre del futuro Papa, bajo las pinturas del juicio final deMiguel Ángelen la Capilla Sixtina.

SiBenedicto XVI ha presentado su renuncia reconociendo la falta «de vigor» que le incapacita para «ejercer bien el ministerio», esto condiciona claramente el perfil de los candidatos. ¿Qué quiere decir «vigor»? ¿Y qué quiere decir para un colectivo en el que el más joven (el arzobispo de Manila-Filipinas) tiene 55 años, el mayor roza los 80 y el promedio de edad es superior a los 70 años? Ciertamente que eso no se debe referir, de ninguna manera, a la edad. Debe ser un vigor en el discurso, más propositivo y positivo. O en el talante, más abierto y dialogante. No sea que el elegido tenga menos vigor que el que se va. O que, dentro de cuatro días, esté peor. No lo tienen fácil.

TAMPOCO LO tienen fácil si, olvidando los motivos por los que ha abandonadoBenedicto XVI, miran adelante y piensan en quién podrá afrontar los asuntos que ha dejado pendientes el Papa.Joseph Ratzinger,el Papa teólogo, no ha querido -pretendidamente- entrar ni en las cuestiones disciplinares ni en las doctrinales que se plantean hoy en día en el seno de la Iglesia (ordenación de las mujeres, celibato de los curas, acogida de los divorciados vueltos a casar, comprensión con los homosexuales). En segundo lugar, queda aún pendiente la gran reforma de la estructura de la curia para adecuar un organigrama de la edad media a los tiempos modernos. Debemos recordar una imagen bien esperpéntica: de la mesa del Papa han desaparecido papeles que han llegado al dominio de la opinión pública de manos de un mayordomo. SiBenedicto XVI hubiera seguido, habría tenido que renovar a la inmensa mayoría de los jefes de la curia por haber superado con creces la edad de jubilación. Y, en tercer lugar, sobre todo, ha quedado pendiente la transformación de los sistemas económicos y financieros de la Santa Sede, claramente bajo sospecha por las instancias monetarias italianas y europeas. No hay ninguna denuncia, pero pesa la desconfianza del blanqueo de dinero. Piénsese que en el Estado del Vaticano los cajeros automáticos no funcionan con las tarjetas de crédito.

Para poder afrontar todo esto, ciertamente tiene razónBenedicto XVIrefiriéndose al vigor: se precisa un candidato enérgico, que sea organizador y que no quede ni engullido por la estructura ni tampoco acondicionado, como parecíaBenedicto XVI,tanto su propio electorado como por los que no lo eligieron. No es de extrañar que el otro día, en la homilía del miércoles de ceniza, el Papa -habiendo anunciado ya su renuncia-, hiciera una clara referencia a las divisiones en el interior de la Iglesia. Aunque a mí me parece que no se refería tanto a nuevas divisiones sino más bien a la recuperación de los lefebvrianos, que es una espina clavada que lleva el Papa alemán.

PARA TERMINAR, los cardenales también tendrán la influencia de la herencia que les ha dejado el perfil de los dos papas anteriores. Es decir, un gran dominio del escenario público (vivir las 24 horas delante de las cámaras), un buen nivel intelectual para poder dialogar con un mundo cada vez más plural, un buen uso de las lenguas y un rigor espiritual que (alejándose de la ramplonería) pueda llenar el deseo de profundidad interior que hoy mucha gente busca.

El tratamiento que estos días han dado los medios de comunicación a la noticia de la renuncia del Papa y el seguimiento que ha tenido por parte de las audiencias demuestra que la figura de un Papa todavía puede ser una voz moral en nuestro mundo. Las otras cosas ya son más banales: de los 117 electores, más de la mitad (61) son europeos. Y de estos, su inmensa mayoría (28) son italianos. No sé si el Papa que saldrá -con ese perfil que hemos descrito antes- estará dentro de esa mayoría, pero sí podemos asegurar que, aunque la gran masa social del cristianismo ya no se encuentra en Europa sino en América Latina y África, desde Roma aún se marca el destino de la humanidad. Sacerdote y periodista.

Profesor de la Universitat Ramon Llull.