Al contrataque
No todo vale
Joan Barril
Ha dirigido el semanario 'El Món' y ha ejercido de columnista en diarios como 'El País' y 'La Vanguardia'. Actualmente presenta 'El Cafè de la República en Catalunya Ràdio'. En televisión dirigió el programa 'L'illa del tresor' junto a Joan Ollé en el Canal 33.
JOAN BARRIL
Hasta en los momentos electorales se espera de los candidatos algo de elegancia. Sobre todo porque el insulto y la desautorización nos apartan de lo importante. Un ejemplo lo tenemos en esta campaña: ¿alguien sabe qué ofrecen las distintas formaciones? En principio lo único que sabemos es quién está contra quién. Y cuando la política se sustenta sobre el negativismo poco se puede avanzar. Nos encontramos con las elecciones más viscerales de nuestra historia. Será porque en tiempos de crisis no hay fórmulas exactas que sean más poderosas que la fe. La independencia es una manera de galvanizar a los creyentes y a los indignados. No sabemos hacia dónde nos va a llevar, dicen, pero sin duda el futuro ha de ser mejor por fuerza. Otros tienen fe en los paños calientes de un federalismo pregonado por Pasqual Maragall hasta que sus propios correligionarios se encargaron de hacerlo añicos. Finalmente está la fe del conservador que opina que todo lo que haga el Gobierno de Rajoy debe ser bueno, porque quien bien te quiere te hará llorar.
Exaltación de la calumnia
Hoy el llanto social se transforma en la exaltación de la calumnia y la manipulación de los mensajes. Las barbaridades como la expulsión de los apellidos no catalanes, la sistemática comparación del catalanismo con el nazismo, la maldad de amenazar a los ancianos con una súbita pérdida de la pensión en el supuesto que la caja de la Seguridad Social pase a manos catalanas, son sandeces que, una vez dichas, ninguno de los opinadores y estrategas progubernamentales ha corrido a desmentir. En tiempos convulsos un rumor siempre pesa más que una verdad. Para rumores, el supuesto borrador policial sobre los dineros de Mas y de Pujol en Suiza. Ellos sabrán si efectivamente unos dineros emigraron hacia allí. Otros dineros mal administrados por otros políticos o pospolíticos se quedaron en bolsillos más cercanos. Bankia, por ejemplo, va a ser rescatada por todos. La Comunidad Valenciana de Camps también fue un curioso despropósito. Los dineros corruptos de las Baleares se encontraban en latas de Cola Cao enterradas en los huertos. Ahora lo que importa es cortar las alas a ese ícaro que se ha atrevido a acercarse demasiado al sol Estado hasta que sus alas de cera se han fundido. Sería bueno que esos conspiradores galdosianos del Gobierno y de sus cercanías no volvieran a utilizar la expresión «Estado de derecho» en vano. Un Gobierno que está dispuesto a hacer excepciones en la ley que va a permitir la edificación de Eurovegas no está legitimado para hablar de Estado de derecho. Un Gobierno que vende la residencia a quien pueda pagar un piso y que repatría a los inmigrantes que no pudieron pagarlo no forma parte del «Estado de derecho». Un ministro del Interior que afirma que lo de los supuestos borradores sobre las personas es algo habitual no encaja en un «Estado de derecho». De lo contrario, deberemos pensar que cualquier policía puede entregar sus pesquisas al periódico más imprudente hasta que los jueces sean unas meras comparsas del poder subterráneo de un Estado convencido de que por la sagrada unidad de España vale todo.
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