El turno

'Oh-lai-là, la masovera se'n va al mercat'

JAUME BADIA

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Esta canción que cantábamos de pequeños se ha convertido en el tormento de los europeos. Es una pesadilla de masoveras que cada día van a hacer la compra, que todo lo gastan y que, en definitiva, se quedan sin nada porque se lo han comido todo. Esta es, hoy, la metáfora de muchos estados de Europa: ya no somos dueños de nuestra pequeña parcela, en un mundo que cada día se levanta pendiente del humor de los mercados, donde tenemos que ir a buscar el dinero para pagar lo que compramos, o para devolver lo que debemos. Los estados hace tiempo que no mandan sobre los mercados. Al revés: quien manda son los mercaderes que especulan con las finanzas, actuando por cuenta propia o ajena; determinan quién es de fiar y quién no, y, cuando se lo proponen, hacen ir de cráneo a las masoveras de media Europa. Los mercaderes son los dueños, hace tiempo que no hay más ley que la suya. Ocultan su rostro tras cortinas de opacidad y tienen sus propios paraísos, desde donde juegan a ser dioses de la creación financiera. Durante años sacudieron las economías occidentales hasta que hicieron saltar las normas e impusieron la desregulación. Los estados entraron en un juego que no controlaban, fueron perdiendo soberanía y acabaron convertidos en colonos, engañados por la bonanza sobrevalorada. Los dueños de ahora, los nuevos mercaderes, no se sabe que hagan nada productivo, solo que manejan los hilos de la madeja global y son cada día más ricos. Lo compran todo, convencidos de que no hay nada que no tenga precio, empezando por los que califican la deuda de los colonos, que deben pagar las pensiones de los jornaleros, procurar por su salud, darles cobijo, cuidarlos y mantener el orden. Ya va siendo hora de que las granjas de Europa hagan frente a los nuevos mercaderes y empiecen a cantar otra canción.