Tras los sucesos de la Ciutadella

Todos somos Parlament

La democracia es mejorable, pero demasiado valiosa como para cuestionarla sistemáticamente

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NÚRIA DE GISPERT

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La mañana del miércoles fue una mañana triste, muy triste, para la democracia, para Catalunya y para sus instituciones. Ya tuve ocasión de expresar, en voz alta, el rechazo rotundo y unánime del Parlament de Catalunya ante el intento de impedir por la fuerza que se celebrara nuestra sesión plenaria. Muchas voces también se han pronunciado, y lo han hecho de forma inequívoca y uniforme. Aun así, y además de defender de nuevo que exista firmeza a la hora de combatir y perseguir los hechos violentos, quiero insistir en una circunstancia que, por su obviedad, a menudo no se valora bastante, ni lo bastante bien: todas y todos somos Parlament de Catalunya, el autogobierno pertenece a todo el mundo. Por eso, podemos afirmar con la gravedad que el momento reclama que el miércoles no se intentó agredir, violentar o sabotear al Parlament, sino al pueblo catalán, al que representamos. El miércoles pretendieron atacar la línea de flotación de nuestra democracia, de nuestro autogobierno, de nuestras libertades. Y esto en ningún caso puede quedar impune.

No tengo ninguna duda de que, todos juntos, sacaremos las consecuencias de ello, y habremos aprendido la lección. El escenario después de la tormenta no puede estar marcado por la desolación ni por el aturdimiento, porque tenemos que concentrar los esfuerzos y las energías en mirar hacia delante, en ser proactivos y priorizar la búsqueda lúcida y serena de salidas a una situación social y económica complicada, y que es especialmente crítica para muchas personas y familias de todo el país.

No tiene ningún sentido, desde mi punto de vista, que nos recreemos en la lamentación. Los demócratas no podemos permitírnoslo, porque no partimos de cero, porque hay mucho trabajo realizado, con mucho esfuerzo y por mucha gente. Por contra, los acontecimientos que hemos vivido tienen que ser un acicate para acercar, todavía más, el Parlament a la sociedad catalana, insistiendo en muchas líneas de trabajo que han sido basta acertadas, y entre las cuales quiero destacar la apertura del Parlament a las nuevas tecnologías, o las visitas al Palau del Parlament de tantas escuelas de toda Catalunya para conocer de primera mano la institución y la labor parlamentaria. Entiendo que resulta básico, en este sentido, que perseveremos en la línea de difundir los valores democráticos y la realidad del autogobierno, principalmente entre las personas jóvenes.

Todos juntos, como ciudadanos y ciudadanas, tenemos que valorar la política por lo que es de por sí (y, más concretamente, la actividad parlamentaria), sin banalizarla ni sacralizarla. Este punto medio nos obliga a ser autoexigentes, a mostrar sensibilidad ante las reivindicaciones y las inquietudes de personas y de colectivos, que tenemos que saber canalizar eficazmente.

Por otro lado, conviene perfeccionar los mecanismos de la representación democrática y, al mismo tiempo, mejorar los mecanismos de participación ciudadana, para que nadie se pueda sentir excluido del juego democrático.

Este último pleno también ha propiciado mensajes positivos, esperanzadores, y ha habido uno muy destacable: la cohesión política, sin fisuras, en torno a la institución parlamentaria y su integridad. Creo que hemos sabido transmitir una respuesta unánime de normalidad democrática ante la agresión frontal que sufrió el Parlament de Catalunya. Y esta respuesta ha tenido una buena acogida en el seno de la sociedad catalana, de la cual nos han llegado muestras de calor y apoyo. En todo caso, queda bastante claro que nuestra democracia, que es mejorable, es, no obstante, demasiado valiosa como para que nos permitamos el lujo de cuestionarla sistemáticamente y de una forma destructiva, del mismo modo que la convivencia, uno de los patrimonios más preciados del pueblo de Catalunya, es demasiado frágil para que juguemos con ella alegremente.

Ayer, en el marco del pleno, asistimos al homenaje emocionado al exdiputadoJordi Solé Tura,una persona de cultura, de diálogo, un demócrata. Pensando en él y en su trayectoria vital de lucha por las libertades, pensando también en lo sucedido estos días, el mensaje resulta claro: el conformismo, ya sea del que piensa que todo está bastante bien como del que piensa que todo está demasiado mal, es nuestro peor enemigo. Hay que ir siempre más allá. El Parlament es la herramienta para este crecer colectivo, es el marco privilegiado.

Más que nunca, todos somos Parlament, todos estamos llamados a integrar las virtudes del parlamentarismo en la vida cotidiana. Y tenemos que hacerlo por un triple imperativo moral: para homenajear a quienes, comoSolé Tura,nos han precedido y han consagrado su vida a lograr la libertad y la democracia, para mejorar nuestro presente, que nos interpela con urgencia, y para construir nuestro futuro compartido, que no se construye desde la indignación permanente ni desde el rencor, sino con serenidad, ilusión y esperanza.

Presidenta del Parlament de Catalunya.