Dos miradas

Elogio del tercer tiempo

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Jamás he jugado a rugbi, pero pocas veces he disfrutado tanto de un deporte como en aquellas tardes en las que me tragaba partidos del Cinco Naciones en el comedor de mi casa. Y también pocas veces he sufrido tanto como los días en los que iba a ver jugar a mi hermano, que se dislocó al menos un par de veces el hombro. Recuerdo la dureza de las entradas y la robustez de los cuerpos y la velocidad de los tres cuartos que se veía frenada en seco por la contundente entrada de algún delantero. Fue entonces cuando aprendí aquella máxima que habla del fútbol como un juego de caballeros ejecutado por patanes, en comparación con el rugbi, que es un deporte de patanes jugado por caballeros.

Cuando acababa el partido, perdedores y ganadores se ponían en fila para homenajearse mutuamente y compartir el júbilo de un combate que no habría existido sin los unos y los otros. Más tardejugabanlo que en argot se conoce como «el tercer tiempo». Es decir, se reunían en el bar para beber cervezas juntos. Estos días hay polémica en Barcelona porque el ayuntamiento ha prohibido en el recinto de la Mar Bella (y otros equipamientos municipales) esta tradición alcohólica, que no es una bacanal, sino, como dicen los veteranos del rugbi, «el fundamento de nuestros valores, basados en el respeto al contrario». Allí donde unos burócratas ven una contravención de la norma sanitaria, otros sienten latir el romanticismo perdido del deporte.