Ciudad Juárez

Mi vecina de mirada hablaba de ello ayer. Hay días que no admiten ninguna frivolidad, que nos hacen afrontar la obligación de ser notarios de la ignominia, del terror más absurdo y, al mismo tiempo, más premeditado allí donde el mal se hace presente no por azar, sino fruto de una calculada estrategia.

Han asesinado a una poetisa en Ciudad Juárez. Y antes, a una madre coraje que defendía la dignidad. Y antes, a centenares de mujeres, de niñas. Hay cruces rosas que nos guardan la memoria. Hay cadáveres que aún no han sido encontrados. Hay la injusticia más profunda, el más detestable de los crímenes. Pienso en las escenas que describeRoberto Bolañoen2666,en el estremecedor montaje teatral deÀlex Rigola,allí donde el simple relato que incluye los nombres de las muertas (¡y nada más!) se convierte en un discurso arrebatado contra esta combinación violenta de machismo, despotismo y oscuridad. Leo los poemas deSusana Chávez. En uno habla de la compañera muerta a tiros en mitad de la calle, sin que nadie intervenga, sin que ningún coche se detenga, con asesinos calmados que caminan hacia el objetivo como quien va a trabajar a la oficina. Dice así: «Aquí estás, embalsamada, / casi real entre los árboles». Es una mirada rasgada, impotente, triste. Quizá fértil. Como lo era, ayer, la deEmma.Como lo es hoy la mía. Hay días en que solo puedes escribir artículos como este, pensando que puedan ser fértiles, contra la muerte.