Dos miradas

Los sótanos del Vaticano

JOSEP MARIA FONALLERAS

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T odo eso de las conversaciones de porteras del Wikileaks me da mucha risa. Saber qué piensan otros de ti, o de la gente que conoces, más allá de las virtudes de la discreción y el comportamiento educado, es un argumento bastante sólido de la mayoría de vodeviles. Esto es, el querido señor Assange es un excelente guionista de comedias de tresillo. Entre las noticias que más me han emocionado, destaco las del Vaticano. Esos americanos, por lo visto, tienen fijación por las nuevas tecnologías y toda esa fanfarria. Y se sorprenden (y critican) que el secretario de Estado Bertone se preocupe de los asuntos pastorales más que de la política exterior. ¡Ostras! A mí, eso me alegra bastante, porque pensar que un cardenal se preocupa por los fieles y la fe sería una gran noticia para la espiritualidad.

Empeñados como están los americanos a quejarse de la falta de criterios comunicativos, reconocen que «las raíces culturales y estructurales de la Iglesia son profundas» y que costará que se produzcan cambios. ¡Caramba, si hace más de 20 siglos que se dedican a practicar la finezza y a mantener el cuerpo diplomático más extenso y expandido del planeta! ¡Por qué carajo tienen que cambiar! Dicen que hablan en un código que sólo los de la curia conocen. ¿No se han detenido a pensar, los americanos, que quizás se trate del latín? En el Vaticano serán tan anticuados como quieran, pero son los reyes del secreto y la astucia.