Yo qué sé...
Este Ejército no es lo que era, por suerte
Xavier Sardà
Periodista
Es licenciado en Ciencias de la Información, con una amplia trayectoria en radio y televisión. Su actividad se centra actualmente en tertulias de carácter político.
XAVIER SARDÀ
Mira por dónde los controladores aéreos han conseguido mejorar la imagen del Gobierno y además, del Ejército. Lo que son las cosas...del Ejercito. Montaron una extorsión de tan arrogante estilo, que el país entero se felicitó por el estado de alarma.
La sesión parlamentaria fue una condena unánime a los controladores golpistas y resultó interesante ver al PNV, CiU y ERC dando apoyo a la decisión del Gobierno de militarizar a los infantones del fanfarroneo. No es un tema menor. Luego, cada uno con sus matices de por qué ocurrió y qué es lo que debe cambiar a partir de ahora.
Lo de Duran Lleida tiene valor. Una cosa es decirle al Gobierno que se está con él y otra distinta dar argumentos jurídicos que validan el estado de alarma. Duran dejó la ambigüedad política para mejor causa y estuvo a la altura. Lo mismo que Ridao, de ERC, y Erkoreka, del PNV.
Significativo porque a pesar de la inmensa popularidad del estado de alarma, estamos hablando del Ejército, de todas sus fantasmagorias y de una militarización. Significativo porque la actitud de los partidos nacionalistas no era fácil y, en cambio, consiguieron que lo pareciese. Nadie jugó a la demagogia del antimilitarismo de ocasión.
La prueba de que su actitud tiene valor está en la opción de Llamazares, que dio clases de cómo evitar los conflictos, horrorizado por la militarización. ¿Es mejor que no haya conflicto? Pues claro. Pero el tema de la clase de hoy es: «¿qué pasa cuando lo hay?» ¿Se entiende, Llamazares?
Digo esto porque los que estuvimos militarizados por la fuerza sabemos en qué consistía la mili. No era precisamente una escuela de espíritu castrense. Era un secuestro de Estado en toda regla.
Hace dos años estuve en la base Miguel de Cervantes en la frontera entre Líbano e Israel. Su tarea, evitar enfrentamientos entre Hezbolá y el Estado de Israel. Allí prestan servicio 1.100 españoles/as. Resulta impresionante la relación entre mandos y tropa. El cambio ha sido radical. Ahora son una empresa con técnicos especializados en muchísimas materias, que creen más en la autoridad que en el poder. La infraestructura que han montado en un descampado para acoger a más de mil soldados resulta admirable. A principios de este año navegué en la fragata Navarra por el océano Índico. Más de lo mismo. 220 tripulantes -hombres y mujeres- funcionando como un reloj. Cuando un pesquero pide ayuda aquello acojona. Se ponen en marcha los reactores de avión que lleva la nave en las entrañas y parece que le dé a uno una embolia. Todo con autoritas, que allí poco vale la pura potestas o el trasnochado grito por que sí. Es un trabajo de grupo. De estrecha colaboración entre todos.
No los otorguemos a los fachas, les pagamos entre todos y no podemos ser prisioneros de la historia. Ha cambiado la estructura política, ha cambiado el ejército y quizá algún día cambie el poder judicial. En la entrevista electoral a Puigcercós, hablando de una Catalunya independiente, me dijo que incluso se podría llegar a compartir el Ejército español. Yo qué sé.
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