Dos miradas

El festín de la Unesco

JOSEP MARIA FONALLERAS

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No sé si ustedes han asistido nunca a una boda o a una primera comunión, o a la celebración de un aniversario o de un bautizo, o si se han sentado nunca alrededor de una mesa para homenajear a un amigo que se va o para alegrarse del reencuentro con uno que regresa. Ya me entienden, una comida o una cena festiva presidida por elbien mangery elbien boire. Seguro que sí. Seguro que han sentido el placer de estar juntos, de degustar viandas exquisitas, de comprobar la armonía entre el ser humano y los productos de la naturaleza. Seguro que han elegido los platos a partir de un buen recetario y que, en un restaurante o en casa, han escogido productos de la tierra con los sabores muy combinados, han decorado la mesa con delicadeza y han llevado a cabo una especie de ceremonia ritual probando esas delicias.

Seguro que han respetado un esquema muy estructurado. Han empezado por un aperitivo y han acabado con un digestivo. En medio, al menos cuatro platos: un entrante; un pescado o una carne con legumbres; unos quesos y unos postres. Seguro que sí. Pues bien, están de enhorabuena. Elrepas gastronomique des françaisde las comilonas que he descrito, es, desde ahora, patrimonio inmaterial de la humanidad, como la comida picante de los mexicanos. Y que conste que no he añadido ni una coma a la descripción que la Unesco hace de los festines. Que, al parecer, tienen que ser franceses, eso sí.