Elecciones en la principal patronal catalana

Sociedad civil y corporaciones

Las instituciones burguesas representan intereses que no se identifican con las siglas partidistas

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MANUEL MILIÁN MESTRE

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Existe un estudio lamentablemente inédito de varios autores que el RACC y Foment del Treball encargaron a un grupo de intelectuales en el 2001 acerca de la sociedad civil en Catalunya. Intelectuales de varias tendencias, desde el profesorCaminalaSalvador Giner, afrontaron la cuestión: qué es, y si existe en Catalunya. Hubo opiniones para todos los gustos, incluida la tesis popular del periodistaHuertas Clavería, y un capítulo sobre la conocida operación Fomento de 1980, que accionó sus influencias para evitar el triunfo de la izquierda en las primeras elecciones al Parlament, tal como sucedió en contra de todas las previsiones y encuestas de la época.

Aquella operación impidió lo que parecía inexorable: que una Catalunya de clase media y carácter industrial fuera gobernada por los partidos de izquierda coligados según estimaba la sociometría. Aquel empeño posibilitó el triunfo de CiU, la mayoría compuesta con ERC, y, después, 23 años de gobierno deJordi Pujol. En el epílogo de esta obra inédita,Miquel Roca Junyentse interrogaba acerca de la existencia real o no de sociedad civil en Catalunya.

Algunos políticos comoPujoloRoca, y su sociedad de Amics del País, conocen de sobra el poder histórico en nuestro país de las corporaciones burguesas. Sin las burguesías catalana y vasca no hubiera existido en el siglo XIX la revolución industrial, ni, tal vez, la industrialización. La historia es tozuda: castellanos, andaluces, agraristas en su mayoría, no aceptaban las doctrinas del catalanismo burgués, que trataba de instalar el concepto de capital industrial frente a la obcecación agrarista en aquel tiempo del librecambismo. Había necesidad de capitales capaces de establecer una industria poderosa, tutelando sus mercados ante las asechanzas del expansionismo comercial inglés que su lobistaCobdenpredicaba en España y que tanto inquietaba aJaume Balmes. Basta leer aVicens VivesenIndustrials i politics: s. XIX,o los libros de historia económica del profesor Tortella. El malogradoErnest Lluchfundamenta vastamente la génesis de este pensamiento en la figura deJaumandreu.

En Catalunya subsisten todavía instituciones y fundaciones procedentes de aquella sociedad civil: Foment del Treball, La Caixa, el Liceu, el Institut Agrari de Sant Isidre, el Orfeó Català y su Palau de la Música, el Barça, el Col.legi de la Seda. Aquella burguesía del XIX y XX creó industrias, mercados, proyectos universitarios (Escuela de Estudios Mercantiles, entre otros), culturales (fachada de la Catedral financiada por el banqueroGirona), el mecenazgo de la familiaGüell al genio deGaudí, las obras benéficas del banqueroPau Gil(Hospital de la Santa Creu i Sant Pau). En tiempos más recientes la filosofía defer pais de Pujol obtuvo logros notables como la Enciclopedia Catalana y otros mecenazgos en el orden cultural o económico. AFrancesc Cambóse deben singulares iniciativas políticas, artísticas y culturales. Si lo hubo en su día, hoy debería subsistir ese mismo espíritu.

No parece propio en este caso que la sociedad civil, al convertirse en acción política, deba o pueda supeditar sus instituciones bajo un sesgo partidista. Su diversidad de mentalidades no puede quedar subsumida en el monólogo de un partido; y, cuando eso se intentó, por lo común fue un fracaso. El nacionalismo, a veces, incide en ese error: el PNV ha desvirtuado la patronal vasca al convertirla en instrumento de parte. CiU fracasó al intentar un sindicato nacionalista. Las realidades institucionales son harto distintas: Pimec nació para competir con Foment del Treball sin haber rematado sus objetivos iniciales. El Barça,més que un club, no parece fácilmente dominable. La postrera experiencia nacionalista deLaportaestá por ver cómo concluirá.

¿Es Foment del Treball un objetivo viable para ciertos «renovadores»? Una patronal -paradigma de sociedad civil- es un colectivo de intereses, no un soporte de ideas políticas. La patronal, esencialmente, es un lobi corporativo que busca instalar y defender sus ideas e intereses, conjugando su poder con partidos de muy distinta ideología y gobiernos de cualquier color. Significarse con uno de ellos resultaría un error mortal. Acomodarse a distintos partidos es la esencia de su éxito. Los resultados de la campaña de 1980 son la prueba. Luego hubo coincidencias con la izquierda y con gobiernos socialistas o tripartitos.

Otro tanto cabría decir de instituciones financieras como La Caixa, de la que Foment es entidad fundadora. Esa eficacia garantiza su sostenibilidad en la medida en que se desmarca de toda filiación partidaria. La mayoría de las cajas bajo control de políticos atraviesan graves dificultades. Ergo, el paradigma es claro: la sociedad civil debe cohonestarse con la independencia; sus instituciones han de prevalecer al margen de tintes políticos, pues defienden intereses más que ideas coloreadas. Ignorarlo significaría un alto riesgo de desnaturalización de su propia identidad. Quienes lo intentaron son, hoy, solo un dato de la historia. Exdiputado del PP.