Dos miradas
La ira de Evo
Josep Maria Fonalleras
Escritor
JOSEP MARIA FONALLERAS
La violencia no es exclusiva de los partidos de fútbol profesional. En realidad, se da más en los campos de tierra de regional y en los tradicionales amistosos entre casados y solteros que ahora deben de jugarse más entre casados, solteros, divorciados y separados. Los nombres deOvejero, Goicoechea, Pablo AlfarooDe Jongnos hablan de espeluznantes recuerdos de tobillos pasados por el túrmix, pero existen muchos anónimos enemigos irreconciliables que, con la excusa de jugar con una pelota, aprovechan la ocasión para pegar puntapiés, soltar insultos, improperios o puñetazos. Por eso se organizan los amistosos: para evitar asesinatos y reducir la pasión al rectángulo de juego.
El problema es cuando uno de esos descerebrados es presidente de Bolivia. Un defensa del equipo contrario, un talCartagena,miembro para más inri de la oposición, decide hacerle una entrada que provoca, según los médicos, «una laceración de la piel al nivel de la cara interna de la pierna derecha». Después del choque fortuito, y sin pelota,Evo Moralesle responde con un pavoroso rodillazo en los testículos, un acción que, en La Paz y en un campo a nivel del mar, es causa de expulsión inmediata y de retirada del carnet. El expulsado fueCartagena,yMoralesno vio ni la tarjeta amarilla. Y aún gracias que, después de la ducha, el agredido no fue ajusticiado. «Esto no es fútbol», declaróMoralesa la salida. Tiene toda la razón del mundo.
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