El epílogo
Eterno Bob Dylan
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO Dumall
El viejo Bob Dylan volvió el jueves a la ciudad. Y cuando eso pasa conviene estar atento. Llegó, no dio ni las buenas noches, cantó las 17 canciones de rigor, nos emocionó y se fue a seguir con su gira interminable. Curiosamente, fue en una falsa plaza de cartón piedra, la del Poble Espanyol, donde el artista de Minnesota hizo otro despliegue de autenticidad.
No hubo efectos especiales ni guiños a la afición. No es este hombre el tipo de artista que busca ganarse al público desde la primera bola del partido saludando en catalán. Él ofrece una voz de lija, canciones monumentales y un repaso a casi todos los palos de la música popular: del folk al rock and roll, del blues al reggae. Canta como lo haría un ciego negro en un callejón de Nueva Orleans.
Pero cuando se habla de Dylan es necesario separar las voces de los ecos, los tópicos sobre el enigmático personaje de su mensaje de fondo, muchas veces encriptado en largas letanías. Un ideario que conserva la rebeldía juvenil de los años 60, la ácida crítica al poder americano de los 70, el eterno instinto contracultural y la amargura de quien se siente en la orilla oscura de la industria musical.
La mejor canción
«En otro tiempo ibas muy elegante. En la flor de la vida arrojabas centavos a los mendigos. ¿Recuerdas?». Así empieza Like a rolling stone, la canción que compuso en 1965 y con la que abrió los bises en el concierto del jueves, 45 años después. Un tema, considerado por muchos especialistas como el mejor de la historia del rock, que nos sorprende por su insospechada actualidad en estos tiempos de crisis y de resaca de nuestro espejismo de nuevos ricos.
Porque, como ilustra el estupendo estudio sobre esa canción que acaba de publicar el crítico Greil Marcus (Like a rolling stone. Bob Dylan en la encrucijada. Global Rythm Press), el poema tiene lecturas que van mucho más allá de la desgracia de una niña bonita venida a menos.
Es toda la perpleja sociedad moderna la que se siente sin rumbo para volver a casa, como una piedra que rueda.
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