La situación de una entidad veterana

Una casa para todos

La Casa Amèrica Catalunya, que cumplirá el centenario en un entresuelo, no ha tenido el apoyo que merece

ARNAL BALLESTER

ARNAL BALLESTER

JUAN Villoro

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Comienza 2010, año de bicentenarios donde el festejo se mezclará con las revisiones históricas. Una vez más descubriremos que la voluntad de futuro proviene del pasado. ¿Qué tipo de sociedades deseamos?

Sirva esta pregunta para discutir otro centenario, el de la Casa Amèrica Catalunya, fundada en 1911 con el nombre de Casa Amèrica Barcelona. Durante casi un siglo, este empeño decisivo ha operado con más entusiasmo que recursos, supliendo el pegamento con la saliva providente de las grandes emergencias. La modernidad tiene un supersticioso respeto por las siglas y durante un tiempo la institución se convirtió en el ICCI (Institut Català de Cooperació Iberoamericana). Aunque sonaba a prestigiosa filial de la ONU o la CEPAL, también el ICCI dependió del heroísmo, la pasión y la solidaridad para mantener viva la flama de la cultura latinoamericana.

La prueba en piedra de que la Casa Amèrica ha carecido del apoyo que merece es la siguiente: cumplirá su centenario en un entresuelo. La arquitectura barcelonesa ha sido muy explícita en sus jerarquías. Nadie duda de que el piso principal representa lo que dice su nombre. En cambio, el entresuelo es la entelequia de la finca, la insondable aporía, el sitio entre dos sitios, lo cual significa que su techo es demasiado bajo.

Aunque la Casa Amèrica existe para comunicar dos realidades, amerita un espacio menos intermedio. El que ahora tiene en Còrsega 299 ha sido mejorado al límite. Cuenta con salones de juntas, un vestíbulo milagrosamente convertido en galería y un auditorio donde 125 personas se pueden sentar sin apretarse demasiado. El impacto que ha tenido recuerda el camarote de los hermanos Marx, en el que entraban más personas de las que cabían. Ha sido notable lo que ahí se ha realizado, pero el trato con Latinoamérica no puede depender de un entresuelo prodigioso.

A fines del 2004, el periodistaAntoni Traveriase hizo cargo de la institución. Llegó al entresuelo con la mirada profética de quien ve ahí una casa. De inmediato planeó el cambio de nombre. Para crear una fundación, pasó por el purgatorio de los trámites burocráticos y la búsqueda de recursos con la paciencia con la que soportó mosquitos y campañas electorales en sus tiempos de corresponsal en Latinoamérica. Finalmente, el 17 de septiembre del 2007,Carlos Fuentesimpartió la conferencia que inauguraba la nueva etapa de la Casa Amèrica Catalunya.

Sería imposible levantar inventario de los colaboradores que hemos pasado por ahí. Sin embargo, son muchos los barceloneses que aún no asoman la oreja en ese sitio. La razón es sencilla: se trata de un foro con cupo restringido; sugiere una especie de club al que no todos se animan a entrar. Además, el hecho de que esté en un edificio compartido impide colocar anuncios en la fachada. A riesgo de saturar ese espacio más allá de lo que aconseja el ayuntamiento, urjo a la población barcelonesa que aún no conozca la Casa a formarse en fila para ver la exposición impar que actualmente se exhibe ahí:El mundo anterior, del fotógrafo mexicanoJavier Hinojosa.

La necesidad de tener una auténtica casa, un puerto de llegada para lo que el océano interrumpe, me ha llevado a recorrer Barcelona con pasión inmobiliaria. Hay palacios nobles que podrían dedicarse a esta tarea. En especial, me atrae uno en el paseo de Sant Joan, acaso porque confío en mi santo patrono. Durante la Feria Internacional de Guadalajara se comentaba que la cosa está a punto. Esperemos que el feliz rumor se concrete en algún edificio entre el mar y la montaña.

Todo esto lleva a un punto central: ¿qué clase de Catalunya queremos? Ninguna región del Mediterráneo está mejor equipada para ser sede de la cultura latinoamericana. Así lo señalan la inmigración, los lazos familiares, la nómina de artistas de ultramar que ha vivido aquí, los negocios que se firman a diario al otro lado del Atlántico, las palmeras y la alineación del FC Barcelona.

Aunque la oportunidad de América está a la mano, por momentos la vida barcelonesa se debate entre la globalización consumista de un parque temáticofashiony el narcisismo regionalista. Más rico y natural sería aprovechar y fortalecer algo que ya está aquí: las muchas voces que conforman la Catalunya latinoamericana. En ocasiones, lo hispanoamericano se ve como un mero reflejo de lo que viene de Madrid. Esta visión confusa olvida los vínculos directos que Catalunya tiene con países cuya identidad se definió hace 200 años a partir de su independencia de España. Si la Catalunya futura aprovecha a fondo su parte latinoamericana, aquella que por ahora existe en voz baja y se reúne en un entresuelo, será una de las regiones más interesantes del planeta.

Uno de los misterios del sueño soberanista es que resulta compartible. Pertenecer a una nación no significa negar a las demás. Afirmar lo propio como un principio de exclusión, empobrece; afirmarlo como una base segura para aceptar lo ajeno, enriquece. Urge un espacio para ser catalán y latinoamericano: una Casa para todos.

*Escritor