Pequeño observatorio // JOSEP MARIA Espinàs

Los tópicos de las lenguas

JOSEP MARIA Espinàs

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Voy a pasar unos días en tierras valencianas. Y ya sé, por experiencias anteriores, que desde el primer momento hablaré catalán con la fonética de los valencianos. No es que me esfuerce, es que me sale instintivamente. El adagio castellano de donde fueres haz lo que vieres, en mi caso se transforma en donde fueres habla como oyeres. Mi inglés es muy pobre, mi alemán casi inexistente, pero sé que lo que pueda decir lo diré con una pronunciación aceptable. Y como la fonética se me engancha, engaño a la gente sobre mis conocimientos.

Cuando hace ya años estuve en la comarca del Alt Maestrat, me detuve a charlar con un hombre. Al cabo de un rato me dijo, intrigado: "¿Però vostè, de quina part de València és?".

Le hablaba en valenciano, pero no lograba identificar mi procedencia. ¿Era de la zona de Alcalatén, o de cerca de Alcoi? Mi valenciano era un poco extraño.

Me gustan todos los acentos, todos los matices. Y ya sé, desde hace tiempo, que muy a menudo hay un cierto desprecio por la fonética de las lenguas que no son la nuestra. Nos cuesta liberarnos del sonido de la lengua propia para valorar cómo suenan las demás. Siempre seremos subjetivos. La familiaridad con nuestra música lingüística no nos permite ser justos cuando juzgamos un idioma que nos resulta extraño. O un simple acento, como a algunos catalanes les ocurre con los valencianos.

Recuerdo que en una ocasión le di a escuchar a un conocido inglés un texto en valenciano. Me comentó que le recordaba al italiano, "por la musicalidad". No tenía ningún prejuicio.

Hay una anécdota significativa sobre los tópicos lingüísticos. El escritor navarro Ramón Irigoyen recibió un homenaje con motivo de haber ganado un premio de cuentos. En el discurso de agradecimiento, empezó hablando en una lengua que nadie comprendía. Algunos de los asistentes al acto comentaron la rudeza del idioma vasco y su ineptitud para la cultura. Tras las palabras de Irigoyen, el presentador, teniendo en cuenta el apellido del escritor, tuvo la gentileza de mostrar su agradecimiento en euskera: "Eskerrik asko".

Algunos días más tarde, en un encuentro con Fernando Savater, Irigoyen comentó, riendo: "¡No me digas que pensaron que había hablado en euskera!". Ese idioma en el que había hablado, tan rudo, tan poco apropiado para el mundo cultural, tan despreciado por los presentes, era... ¡griego!

Cómo nos gusta creer en los tópicos desde la ignorancia.