Elecciones en la Rusia postsoviética

Simulacro de relevo en el Kremlin

La elección del sucesor designado por Putin era tan predecible como en la época comunista

MATEO Madridejos *

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A la Rusia del presidentePutinno puede aplicársele la canónica descripción queWinston Churchillhizo de la URSS deStalincomo "un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". La anticipación reemplaza a la intriga. El paquidermo se mueve y la kremlinología es una habilidad especulativa en decadencia, 16 años después de la desintegración del régimen soviético. No obstante, el KGB (hoy Servicio Federal de Seguridad, FSB) sigue en el poder, controlando todos los resortes y cercenando los espacios de libertad. En la superestructura del vetusto catecismo marxista, el resultado de la elección de ayer era tan predecible como en la época de la tiranía comunista:Dmitri Med- védeviba a ser el próximo presidente.

Eliminado injustamente el exprimer ministroMijail Kasianov,el futuro político resulta extrañamente previsible. Otros dos candidatos presidenciales, un comunista fatigado,Guennadi Ziuganov,y un ultranacionalista veterano y excéntrico,

Vladimir Zhironovski, deberán conformarse con las migajas que caigan de las almenas del Kremlin. La risible incógnita recae enAndrei Bogdanov,un cuarto candidato que nadie conoce, al frente de un fantasma- górico Partido Democrático. Por eso resurge con fuerza la ciberdisidencia, portadora de una encomiable conciencia democrática, que se refugia en la blogosfera, sin miedo, por el momento, de un ominoso regreso a Kolyma.

LA

OPOSICIÓNha sido desacreditada desde el Kremlin, hasta el punto de que la campaña electoral quedó literalmente sofocada. "La élite dirigente carece de ideología", como dice un analista ruso, mas ejerce su omnímodo poder sin restricciones y sin escrúpulos. En nombre de la Santa Rusia.

El mayor interés reside en las conjeturas que suscita la inminente e insólita cohabitación del nuevo presidenteMedvédevcon su mentor,Vladimir Putin,jefe de Estado saliente, que descenderá un escalón en lanomenklaturapara convertirse en primer ministro. Motivado por el prurito de no aparecer como una simple marioneta, el último discurso deMedvédevsonó a música celestial en los oídos de los diezmados sectores liberales, pero su visita a Belgrado, para consolar a los serbios vejados por la pérdida de Kosovo, sugiere que el simulacro de relevo en el Kremlin no garantiza la mudanza.

Medvédev,uno de los pocos dirigentes ajeno al KGB, se presenta como un tecnócrata depositario de los restos del naufragio del liberalismo. Aunque presidente de Gazprom, gigante energético que monopoliza los hidrocarburos, abogó por restringir el intervencionismo estatal y cantó las virtudes de "un sistema presidencial fuerte", dos mensajes contradictorios con los de su protectorPutin.Luego de que Amnistía Internacional denunciara el "alarmante deterioro" de la libertad de expresión,Medvédev admitió que "Rusia es el país del nihilismo legal" y glosó la importancia de los medios de comunicación privados en el edificio democrático. ¿Acaso pretende terminar con la arbitrariedad que segrega el despotismo?

En nombre de la regeneración de Rusia después de los años tumultuosos deYeltsin,a fin de devolverle su rango de gran potencia,Putin logró en sus ocho años como jefe de Estado, en alianza con el patriarcado de la Iglesia ortodoxa, un gran respaldo popular para extender de manera exorbitante los poderes del Gobierno y renacionalizar importantes conglomerados industriales o ener- géticos que estaban en manos de los famosos oligarcas, poniendo los cimientos de un singular y eficaz sistema de democracia de fachada, pluralismo limitado, centralismo férreo y diplomacia nacionalista.

¿Quién ejercerá el poder supremo en una situación política que se concreta en un dualismo inédito y una ambigüedad calculada?Medvédevaseguró en su última conferencia de prensa que la Federación, debido tanto a su tamaño como a sus problemas, "solo puede funcionar con un sistema presidencial fuerte, cualquiera que sea el inquilino del Kremlin". Y para remachar su concepción del poder, añadió: "El presidente es el único que dirige Rusia". ¿Acaso estas palabras sugieren quePutin,trasladado a la Casa Blanca (sede del Gobierno), quedará relegado a la gestión de los asuntos corrientes durante los próximos cinco años?

LA POLÍTICA exterior, dominio reservado del presidente, puede devenir un campo de Agramante. Desde quePutindetectó los vagidos de una nueva guerra fría, hace un año, en la reunión sobre seguridad de Múnich, la diplomacia del Kremlin ha oscilado constantemente entre el exabrupto y la conciliación, sin excluir el chantaje energético, con un objetivo inequívoco: impedir que los norteamericanos, por sí mismos o a tra- vés de la OTAN, se instalen en las que fueron marcas del imperio soviético. La realidad impone su revancha y las protestas por la secesión de Kosovo reflejan más la impotencia que la cólera o la obstrucción. Los aliados deMedvédev,en busca de una problemática autonomía, propugnan una revisión del discurso oficial que sustituya la retórica nacionalista y ahorre ener- gías para acelerar el proceso de desarrollo que tanto necesita de la cooperación occidental. ¿Cuánto dilapida Rusia en el antagonismo con Occidente?, se preguntan los liberales. El añejo dilema de los ca- ñones o la mantequilla. La ocasión para detectar el viraje se dará en Bucarest, a principios de abril, en la cumbre de la OTAN a la quePutinestá invitado.

* Periodista e historiador.