Todo sirve para ser "adorable"

JOSEP MARIA Espinàs

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ANorah Jones, una cantante de éxito, le gusta mucho Barcelona. Pero gustarle es poco, dice que "la adora". Este verbo, adorar, es de aquellos que dan un poco de vergüenza. No acostumbra a decirlo la gente un poco seria --ni adoran su trabajo ni adoran a sus hijitos ni adoran París--, pero sí la utilizan algunas figuras de los espectáculos frívolos y, al mismo tiempo, curiosamente, forma parte del vocabulario de los representantes más fifis de la sociedad más fufi, supongo que me entienden. Son los que, con una deliciosa afectación --congénita o aprendida-- pronuncian adorar poniendo los labios como si fuesen a chupar un líquido con una cañita y alargando la o. "La mousse de trufa la adoooro".

Norah Jones adora Barcelona. Dice que es una de sus ciudades preferidas. Y la adoración se basa en estas tres cosas: "Me encanta el vino, las croquetas, las gambas al ajillo..."

Yo no creo que Barcelona sea adorable, aunque algunos barceloneses, especialmente con cargo público, hayan querido convertir Barcelona en una ciudad de culto, utilizando, quizá sin saberlo, el significado etimológico de adorar: "Rendir culto a Dios". Una ciudad deificada, ante la que debemos mostrar nuestra profunda devoción. Pero es realmente decepcionante que la cantante de Nueva York no adore Barcelona por las magnas obras del Fòrum ni por el Port Olímpic ni por la Sagrada Família ni por Santa Maria del Mar, ni tan siquiera admire la gran Expo de obras que se ha organizado en las calles. No. Lo que la tiene admirada son las croquetas. Que por razones estadísticas, las que debía de degustar eran probablemente más harinosas que buenas.

La confesión de Norah me lleva a pensar que, si somos sinceros, difícilmente nos plantamos ante un monumento con una actitud adoradora. Excepto que seamos unos devotos de los prospectos turísticos. Podemos encontrar magníficos los monumentos, los palacios, las murallas, pero la adoración, ya lo ven, va por otro camino. Por el camino de las sensaciones emotivas, no oficializadas, de efectos estrictamente individuales.

Yo creo que cuenta mucho --al menos para mí-- lo que podríamos llamar el ambiente. Que puede aparecer en el momento y el lugar menos previsible. ¿Con quién comió croquetas barcelonesas Norah Jones? ¿Cómo era la luz del local? ¿Qué tipo de música, sutil o trastornadora, sonaba mientras masticaba aquellas croquetas, que se convirtieron en adorables?