QUÉ HACER HOY EN BARCELONA
El ilusionista Adagio presenta 'Imagina'
El Cercle de Gràcia acoge hoy y mañana este espectáculo de magia
Eduardo de Vicente
Periodista
Si una palabra caracteriza estas fiestas es la magia. En estos días, más que nunca, la fantasía y la imaginación se dan la mano para que creamos que cualquier cosa es posible. Y, ¿qué mejor que dejarnos llevar por un espectáculo de grandes ilusiones con música, humor y bailes? Esta es la propuesta de Imagina, el montaje de la compañía Espai Milnotes que puede verse hoy y mañana en el Cercle de Gràcia. Por si fuera poco, muchos números incluyen la participación del público (ahora viene cuando los niños levantan la mano y los adultos se esconden o miran para otro lado). Al llegar el telón está echado y tan solo sobresale una A mayúscula en el centro (de Adagio, el ilusionista tras el que se esconde Adrià Fornós) y, a ambos lados, dos juegos de cartas.
¿Quién es el mago?
Para empezar, aparecen desde la platea, dos personas. La cantante Naiomi Weiler interpreta, en directo, una delicada versión del Imagine de John Lennon. Al otro lado, un joven con un chaleco de colores y una linterna. Suben al escenario y descubrimos que nos hallamos en un viejo desván en el que el decorado está tapado por sábanas. Entre ellas se encuentran unos baúles, muebles antiguos, muchas cartas a tamaño gigante y, a la derecha, una butaca y una radio antigua. El chico pone en marcha la radio y se pone a bailar una música de Glenn Miller pero algo falla y suena La flauta mágica, intenta mover el dial pero se repite el fenómeno hasta que conecta con una voz que asegura “la màgia no existeix, per això quemaven a les bruixes”. Parece la de Jordi Basté pero, en realidad, se trata del actor Òscar Masllovet.
Este comentario despierta su ira y saca del fondo un rectángulo metálico que cubre con una sábana en el que aparece, mágicamente, el auténtico ilusionista, ya que el joven del inicio es Charlette, su ayudante, un tipo simpático que utiliza la mímica para comunicarse a diferencia de Adagio, su jefe, que no calla ni debajo del agua. Las palabras del locutor les indignan y el ilusionista empieza a hacer juegos. El primero, al ritmo de La gallina Turuleca, es sencillo, consiste en transformar un pañuelo rojo en un huevo, así que nos enseña el truco ¿o no?
Con la ayuda del público
Empieza la participación, utiliza a un espectador para escoger una carta que aparecerá en el sitio más insospechado y a dos niños a los que riega con polvos de hada para que aprendan a teletransportar unas pequeñas bolas. Charlette también tiene dotes para la magia y, tras bailar una versión de Fever que se fusiona con el Feeling good de Michael Bublé, hacen, a dúo, el número clásico del periódico que destrozan en mil pedazos y luego recomponen. A continuación, un ejemplar del Sport se convierte en un cucurucho sobre el que vierten una jarra de leche que acaba donde menos te la esperas. ¡Sorprendente!
Con el Who wants to live forever hacen levitar a una niña a la que previamente han disfrazado. Hay que apuntar que cada vez que sale un voluntario, se le rocía con gel y Adagio se pone una mascarilla transparente (“semblo un soldador”, bromea). Sus chistes son constantes como su interacción con el público y la pandemia se ha convertido también en objeto de sus burlas. Sigue con escapismo, para intentar huir de las cuerdas con las que le atan dos espectadores y también deberá escapar de una estructura metálica con desenlace inesperado.
Un festival de desapariciones
Otra caja con dos partes servirá para hacer desaparecer al ayudante entre canciones de Raphael y, como el locutor sigue sin estar convencido de que la magia exista, prueba el más difícil todavía con un juego que, asegura, no siempre le sale y en el que el móvil de un espectador corre serio peligro. Un número imposible de metamorfosis cierra el espectáculo con el discurso de los artistas que aseguran que la magia existe y que todo el mundo tiene derecho a ilusionarse y tener sueños.
Pero, si aplaudimos como debemos, aún nos espera una propina en forma de juegos de cartas y un número que parece extraído del musical The phantom of the Opera con desenlace con sorpresa, confeti y unos pequeños fuegos. La pareja acaba alabando la valentía del público de atreverse a visitarles pese a los múltiples obstáculos y asegurando que la cultura es segura, por supuesto. Para finalizar, los artistas posan con quienes quieren inmortalizar su paso por el Cercle de Gràcia en un photocall en el vestíbulo. Una hora y media de emociones, sorpresas, diversión que nos hace olvidar la situación actual y que, con la imaginación, podemos llegar hasta donde queramos. Esto sí que es magia.
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