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Una exposición descubre cómo se construyó el Poble Espanyol

El Arxiu Fotogràfic de Barcelona muestra un centenar de fotos con imágenes de todo el proceso

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Eduardo de Vicente

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Uno de los años más importante para la ciudad de Barcelona fue el 1929, en el que tuvo lugar la Exposición Internacional y que supuso una gran transformación, sobre todo en la montaña de Montjuïc y los alrededores. En los años previos se crearon el Palau Nacional, la Font Màgica, el Teatre Grec o el Estadi Olímpic. Pero una de las obras de mayor envergadura fue el Poble Espanyol, un espacio en el que se pretendía reunir detalles de toda la arquitectura y detalles de la geografía española. Casi un siglo después sigue siendo un gran aliciente para los turistas y se celebran con mucha regularidad diversas fiestas y eventos que hacen las delicias de los barceloneses.

Estos días, el Arxiu Fotogràfic de Barcelona ofrece una exposición dedicada a su creación: <strong><em>La construcció del Poble Espanyol, un viatge fotogràfic.</em></strong> La muestra reúne casi un centenar de copias digitales seleccionadas entre el más de un millar de negativos que almacenan en su fondo fotográfico y que también puede disfrutarse virtualmente. Ahora que se estila tanto utilizar el anglicismo “making of”, esta muestra bien podría titularse Cómo se hizo el Poble Espanyol.

Una vez entramos en la sala, un plafón nos explica la historia. Allí nos cuentan que, para inspirarse, se creó un equipo formado por Miquel Utrillo, ingeniero, pintor, crítico de arte y jefe del proyecto; Xavier Nogués, dibujante y pintor, y Francesc Folguera y Ramon Reventós, arquitectos, para que estudiaran a fondo la arquitectura tradicional española. Para ello, en 1927 hicieron un largo viaje en un flamante Hispano-Suiza recorriendo 20.000 kilómetros y visitando más de 600 pueblos, una investigación que serviría de base para que el proyecto tomara forma.

Los rincones que inspiraron el Poble Espanyol

Los dos últimos también eran fotógrafos por lo que debían sacar imágenes de todos aquellos elementos que les parecieran interesantes algunos de los cuales conformarían la fisonomía y apartados del Poble. Aproximadamente la mitad de la exposición está dedicada a recoger los testimonios gráficos de esos edificios, parte de los cuales acabaron representados o adaptados en el recinto. Lo más curioso es comprobar cómo algunos de ellos se parecen muchísimo a los originales. Hubiera sido útil que se compararan estos documentos históricos con otras imágenes de cómo son en realidad actualmente para poder jugar a las siete diferencias, como los niños.

Prácticamente no hay una provincia que no recorrieran para poder documentar visualmente cada uno de los rincones del espacio. La lista sería interminable: iglesias, plazas, calles, torres, paradores, casas consistoriales,  palacios, pazos, hórreos e, incluso, fuentes. Están organizadas en grupos de unas seis fotos aproximadamente y, como introducción, se pueden ver unas frases extraídas de la correspondencia familiar o profesional del grupo de viajeros. En las mismas relatan sus paradas, sus maratonianas jornadas en algunas ocasiones (“a veces paramos cada 10 kilómetros y otras no encontramos nada en mil”, “el máximo fue un día en el que hicimos 370 kilómetros” y es que los coches de entonces no eran los de ahora) o los pequeños imprevistos (“hemos tenido una avería en nuestro vehículos y nos hemos tenido que desplazar en taxis y ferrocarriles).

Manos a la obra y la inauguración

La segunda parte está dedicada a la construcción propiamente dicha, que se inicia con un plano y una maqueta que servirían de modelo para el recinto. Entre las imágenes, la montaña de Montjuïc virgen, prácticamente sin edificios, y obreros o coches de caballos transportando la tierra. Andamios, torres o iglesias en su primera fase, la espectacular puerta de acceso con la muralla y las torres de Ávila o la plaza Major y, más adelante con las obras ya más avanzadas, cómo van tomando cuerpo y se van pareciendo a lo que conocemos. Entre las fotografías más curiosas destaca la de Miguel Primo de Rivera, el militar que gobernaba en aquella época bajo una dictadura, que estaba de visita comprobando cómo se avanzaba en la construcción. Por cierto, su régimen fue el que impuso el nombre de “Pueblo Español” (en principio debía llamarse Iberona) y que la plaza a sus pies fuera denominada “de España”.

A continuación veremos imágenes de la obra ya finalizada y de la inauguración, la mayoría de las cuales están firmadas por el legendario Carlos Pérez de Rozas. A la misma asistieron el rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, así como el alcalde de Barcelona, Darius Rumeu, y el director de la Exposición Internacional, el marqués de Foronda. Entre ellas sorprende ver al monarca en el Patio del Farolilllo acompañado por su bastón. El resto son instantes de ese 21 de mayo de 1929 como la comitiva durante la visita o la actuación del Orfeó Goya. Para acabar podemos mirar dos vitrinas donde figuran unas postales alargadas de la época con un plano que debían ser las invitaciones para la inauguración y una tercera en la que se hallan las cartas originales de la expedición, sus cuadernos de viaje y sus notas, así como los bocetos que iban haciendo sobre la marcha. Finalmente, al fondo de la sala se proyecta un montaje con las imágenes de la exposición. Una muestra fotográfica muy útil para conocer nuestro pasado reciente y el nacimiento de uno de los espacios más pintorescos y originales de la ciudad.