CREATIVIDAD DESCONFINADA

El primer museo de 'arte covid'

Tres publicistas de Barcelona crean en Instagram un museo de obras nacidas en cuarentena. ¿Su denominador común, aparte de mascarillas y rollos de Scottex? «Todos nos vemos reflejados»

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Ana Sánchez

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Un tipo se abre la gabardina con disimulo de peli de espías de serie B y enseña en plan estraperlo una hilera de papel higiénico que ni el Mercadona en sus tiempos precoronavirus. Hasta La Gioconda sonríe ahora abrazada a un puñado de rollos. Ni siquiera se salva 'La creación de Adán' —esos dedos divinos casi rozándose— siempre que haya jabón de manos de por medio. Mira, ahí está Julie Andrews, pletórica entre las montañas nevadas de 'Sonrisas y lágrimas'. No deja de sonreír al ser detenida por dos policías con máscaras.

Uno se siente un poco Charlton Heston al final de 'El planeta de los simios'. El mundo que conocías aparece de golpe ante tus ojos en versión confinada: envuelto en mascarillas y papel de váter. Un apocalipsis de doble capa. Cuelga en toda su magnitud de las paredes virtuales del Covid Art Museum (<strong>@CovidArtMuseum</strong>). «El primer museo del mundo de arte nacido en cuarentena», resume su biografía de Instagram.

Lo han bautizado como «arte covid». ¿Qué tiene en común, aparte de rollos de Scottex? «Que todos nos vemos reflejados». Los ideólogos del museo responden por videollamada. Son José Guerrero, Irene Llorca y Emma Calvo, tres publicistas veinteañeros con sede en Barcelona. Inauguraron este museo  virtual hace apenas tres semanas al ver la avalancha de arte que salía hasta de debajo de los posts de Instagram. Ya reciben entre 20 y 50 obras al día. «Es difícil contabilizarlas», resoplan. «Últimamente se está disparando mucho».

Llegan de EEUU, Australia, Egipto. Se las envían a través del hashtag #covidartmuseum, por mail (covidartmuseum@gmail.com), a través de mensaje directo de Instagram (<strong>@CovidArtMuseum</strong>) o simplemente basta con etiquetarlos. Así acumulan ya cientos de dibujos, pinturas, fotos, vídeos. Más de medio millar seguramente, calculan por lo bajo.

¿Somos más creativos o solo estamos más ociosos? «Ahora hay más tiempo para recapacitar», asiente José. «Hay más cosas que decir», añade Irene. «Y es muy fácil compartir este tipo de arte», justifican. En cuarentena  –qué ironía— «estamos más conectados que nunca».

Hay quien dibuja en los cristales de las ventanas, incluso sobre el papel de váter. Algunos usan drones para poder hacer retratos aun en cuarentena. Se ven abrazos envueltos en plástico. Besos que saben a mascarilla. Bodegones con lejía. Ventanas con horizontes cristalinos. Personas con piel de estampado de sofá. Mapas de metro que se ajustan a la movilidad en cuarentena: del dormitorio a la ducha, del ordenador a la nevera. Próxima parada: el balcón.

«El contenido varía muchísimo –explica Emma—. Hay gente que lo enfoca de manera positiva, más cómica, gente que lo vive como un drama. Gente que habla de amor». Pero todas las obras tienen el mismo denominador común: cualquiera que las ve —de aquí a la China— resopla y asiente. «Es una de las pocas veces en el mundo en la que todos estamos metidos en la misma circunstancia –dice José—. Por eso este proyecto funciona bien —justifica el éxito—. Un dibujo de EEUU lo entiende alguien de Andalucía».

¿Qué esperan de este museo? «Quedará como un archivo –apunta José—. Ayudará a ver lo que sintió la gente». «Cómo se expresó, sobre todo», puntualiza Irene. Quizá desemboque en una exposición física. «Es lo que más nos gustaría», asegura Emma.  Paladear arte en cuarentena mientras nos rozamos compulsivamente los codos.