TEATRO

'Abans que es faci fosc': vivir en las tinieblas

La obra, dirigida por Pep Pla e interpretada por Míriam Iscla, vuelve al Espai Lliure y convierte la puesta en escena en una experiencia inmersiva

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Aída Pallarès

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La luz del Sol, la estrella más cercana a la Tierra, tarda ocho minutos y 20 segundos en alcanzar nuestro planeta. La de Alfa Centauri, la siguiente más próxima, poco más de cuatro años. La de Deneb, situada en la constelación de Cisne, tarda 1.450 años luz. La distancia es tan abismal que, a menudo, nos llega el brillo de estrellas que ya se han apagado, luz de la oscuridad.

Anna, la protagonista de 'Abans que es faci fosc', obra que se está representando estos días en el Espai Lliure, es una astrónoma que trabaja como guía en un observatorio, contemplando y explicando el universo, hasta que descubre que sufre retinosis pigmentaria. Se está quedando ciega. Miedo, pánico. No hay vuelta atrás. ¿Cómo vivirá, de qué trabajará? ¿Cómo cuidará a su hija de seis años? ¿Se lo explica o se lo oculta?  Para no perderla, para evitar que el sistema le quite a María, decide confesárselo todo. Sus miedos, su día a día. Explicarle que ella, como las estrellas, un día estallará y se convertirá en una supernova. Hacer frente al miedo, luchar contra la enfermedad. Buscar luz en su oscuridad. A través de los constantes paralelismos entre la negrura del universo y la ceguera de la protagonista, 'Abans que es faci fosc' nos invita a aceptar nuestras limitaciones. Buscar las ganas de vivir, encontrar nuestra propia guía.

Hattie Naylor, autora británica que aquí conocimos de la mano de la contundente 'Ivan i els gossos' que interpretó Pol López hace ya unos cuantos años, ha optado por convertir la obra en la historia de una superación. Un viaje interior que puede recordar al de películas como la reciente 'Ad Astra' o, sobre todo, 'Interstellar', ese melodrama cósmico sobre un padre que deja a su hija en la Tierra. De hecho, 'Abans que es faci fosc' no es más que un monólogo científico poético sobre una madre soltera que no quiere renunciar a su hija y, para ello, debe hacer frente a la enfermedad, a las tinieblas. De hecho, una de las escenas más emocionantes de la obra es cuando Anna decide vendarse los ojos para prepararle el bocadillo y, comprueba, entusiasmada, que es capaz de hacerlo. Que, aun ciega, podrá hacerle el desayuno a su hija. 

Una experiencia inmersiva

Una experiencia inmersivaComo en la producción británica original, estrenada hace seis años en el Young Vic de Londres, Pep Pla ha optado por convertir la puesta en escena en una experiencia inmersiva a través de un juego de luces, sonido y una plataforma en movimiento como el universo. Sin embargo, es Míriam Iscla la que nos conmueve y emociona. La que consigue hacernos olvidar los puntos flacos del texto de Naylor, que a veces parece más pensado para radio que para ser representado. 

Después de meterse en la piel de la periodista Anna Politkóvskaya en 'Dona no reeducable', Iscla vuelve a demostrar que, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, se está convirtiendo en una de las grandes de nuestra escena. Ha optado, aquí, por una interpretación contenida y veraz que, sin caer en el exceso de dramatismo del que peca el texto original, es capaz de emocionarnos con dos sílabas y una mirada. Convirtiéndose, así, en la luz entre las tinieblas. En una supernova difícil de olvidar.