Cinnamon roll: dónde encontrar el mejor antidepresivo de Barcelona

El 4 de octubre se ha celebrado el día internacional del cinnamon roll. Perdón por el palabro, pero así es como llama la modernidad al rollo de canela de toda la vida, y servidor no quiere parecer un dinosaurio.  

He aquí un artefacto que no hace prisioneros. El roll de canela, cuyo origen parece encontrarse en Suecia, llegó a Barcelona amparado por su enorme éxito en los Estados Unidos. Starbucks lo convirtió en uno de sus productos estrella; todo dicho. Lo cierto es que, con el impulso de varios pasteleros con olfato y oficio, se ha situado como uno de los dulces con más sex appeal de una Barcelona que ya lo ha adoptado como bollo predilecto. 

Basta con ver las colas kilométricas que se forman en la tienda que Demasié tiene en el número 28 de la calle Princesa. La peña espera pacientemente, se agolpa en el escaparate y saca fotos de los cinnamon rolls exhibidos. Son un vicio, están frescos y sus hacedores se atreven con todo tipo de sabores y combinaciones. Encima, son tan fotogénicos que dan la vuelta a Instagram en 80 segundos. En la otra punta de BCN, en Gràcia, puedes visitar Zimt (Ros de Olano, 4), un surtidor de cinnamon rolls creativos, juguetones, pensados para triunfar en tu boca y en tus redes sociales.

Espiral glaseada

Por si alguien le interesa, uno de mis rolls favoritos sale de la pastelería Hofmann. Contundente, con una masa de cruasán señorial, recubierto de una costra placentera de glass de azúcar y embadurnado en una mantequilla que sabe a victoria… Una tanqueta que te electrocuta la lengua cada vez que le hincas el diente. 

Pero menos salivar y más actuar. Cualquier excusa es buena para darle amor al cinnamon roll, da igual si es el día internacional de este bollo o si el Lepe FC ha ganado la Liga Regional: uno acaba aferrándose a lo que sea para entrar en su espiral y no salir nunca de ella. 

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