Toma pan y moja

Un, dos, Tertsch

El eurodiputado de Vox Hermann Tertsch intervino en una sesión del Parlamento Europeo desde un restaurante

Tertsch

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Òscar Broc

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Cuando vi las imágenes el lunes, lo primero que hice fue examinar la menestra que me estaba comiendo, convencido de que algún cocinero disléxico había deslizado en mi plato cogollos de marihuana en lugar de brócoli. Todo bien.  

El asunto es que el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch decidió intervenir en una sesión del Parlamento Europeo desde un restaurante en pleno servicio, flotando en una estridente banda sonora de cubertería, vasos, vajilla…, el clásico barullo de una casa de comidas concurrida y cargadita.   

Bastión sagrado

Los caminos de Tertsch, como los de Dios, son inescrutables, sería un esfuerzo del todo inútil introducirse en su cabeza para dilucidar por qué una decisión tan surrealista le pareció tan correcta. Lo que sí tengo claro es que las imágenes son delirantes y esperanzadoras al mismo tiempo. Delirantes porque ahí está Tertsch, despotricando de la inmersión lingüística catalana con varias botellas de whisky como telón de fondo. Esperanzadoras porque se puede oír perfectamente cómo los clientes y trabajadores del restaurante le gritan que deje de dar la chapa y se vaya a otro sitio con la copla. 

En un tiempo en el que ya no hay privacidad y cualquier espacio es susceptible de convertirse en plató improvisado, reconforta saber que el restaurante sigue siendo un bastión sagrado, improfanable. Y pobre del que ose cruzar la línea. El restaurante se respeta, es una burbuja de privacidad, una misa imperturbable. En un restaurante la credencial de eurodiputado tiene menos valor que un mondadientes y celebro que siga siendo así en esta era de hiperconectividad. Por cierto, ojalá se hicieran largas sesiones de madrugada en el Parlamento Europeo. Pagaría por ver los garitos elegidos por algunos eurodiputados para realizar su intervención. 

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