Toma pan y moja

Cerveza en los tejanos

Quien más quien menos habrá sido víctima de una caída de vaso apocalíptica alguna vez en algún restaurante. Yo tengo unos galones en el asunto

cerveza

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Òscar Broc

Òscar Broc

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La semana pasada fui a comer a un restaurante del que salí regado de alcohol. Nadie agitó una magnum de Möet & Chandon y me duchó con su contenido, como si fuera un piloto de Fórmula 1 después de ganar un gran premio. Nah, mi vida no es tan excitante. Me explico: durante la comida pedí una caña, una cerveza traicionera que se escabulló del zarpazo del camarero, cayó como la bomba de Hiroshima sobre la mesa y me dejó los pantalones empapados. 

Te puedes cabrear por muchas cosas con un camarero, pero nunca por algo así, por muy enojoso que sea. Los camareros no son androides perfectamente programados, así pues, como humanos sujetos al error que son, como tú y como yo, entra en lo razonable que alguna vez se les escurra un vaso de las manos. Las prisas, el estrés de un servicio exigente, los dedos resbaladizos por la humedad, hay tantos factores que pueden causar la caída de una copa, que cebarse con el camarero después del accidente me parece abonarse a una crueldad gratuita

Paz y amor

Es la tercera vez en mi vida que un camarero me tira (sin querer) una copa encima. Supongo que quien más quien menos habrá sido víctima o habrá presenciado una caída de vaso apocalíptica alguna vez en algún restaurante, pero puedo decir sin miedo a equivocarme que ya tengo unos galones en el asunto.

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Así pues, cuando te remojen en un restaurante, mi consejo, como veterano de guerra, es que respires, te muerdas la lengua dos segundos y te llenes de paz. No le pongas las cosas todavía más difíciles al abochornado camarero, que seguro que lo estará pasando tan mal o peor que tú. Además, hay un lado positivo: con la tontería me salieron las copas y los postres gratis. Más de uno se arrojaría un cubo de Marques de Cáceres encima por algo así. 

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