El barrio más joven del Eixample

Redescubre el Fort Pienc: ocio asequible en Barcelona

El Chinatown barcelonés ofrece ocio a unos precios que no despiertan miradas a lo Letizia en el funeral de Isabel II. No es un sueño: comida, cine, teatro y cerveza sin hordas de turistas

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Abel Cobos

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Fort Pienc. Si no estás familiarizado con el nombre, seguro que se te ha arqueado la ceja como intentando entender quién es quién en el salto temporal de ‘La casa del dragón’. Es el topónimo de uno de los barrios que componen el distrito de l’Eixample. En concreto, el que está entre el paseo de Sant Joan, la Diagonal, y la Meridiana. “Entre Glòries y Arc de Triomf”, matiza Xin, de 29 años, uno de sus vecinos. “También conocido como el barrio chino”, asegura.

Es uno de los rasgos más conocidos del barrio, la variadísima oferta de restaurantes chinos que se esconden entre sus calles. Probablemente, el más conocido, el Chen Ji (Alí Bei, 65), con comida de calidad, raciones que te obligarán a llevarte un túper a casa y a unos precios asequibles. No es el único. Apunta: Dim Sum Cantonesas (paseo de Sant Joan, 44), Restaurant Xinès Nord (Nàpols, 97), Canton Food (Alí Bei, 39) o Lady Dumpling (Roger de Flor, 57-59), y todos a precios igual de económicos. 

Es otro de los atractivos del barrio: los menús con precios que no te despertarán una mirada a lo Letizia en el funeral de Isabel II. Algunos de los vecinos achacan estos precios a la enorme cantidad de estudiantes que viven aquí -demográficamente, es el barrio con el mayor índice de población joven de l’Eixample-. Otros, a que gracias a que no cuenta con grandes monumentos, es un barrio de paso y resiste como una aldea de galos ante las legiones de turistas.

Ahora, sumado a la agigantada gentrificación y encarecimiento del paseo de Sant Joan, los barceloneses emigran en masa hacia el ocio que ofrece el Fort Pienc, más asequible y sin tener que levantarte a las ocho de la mesa porque es horario de cena norteuropea y ya no puedes sentarte ni a tomar una caña.

La oferta gastronómica de este nuevo ‘chinatown’ convive con la cocina de otros países, como Benvenuti al sud (Sardenya, 209), una auténtica pizzería napolitana. O, muy cerca, un ‘hot spot’ de ‘brunches’ donde cada fin de semana se generan muchísimas colas, el Lilo Coffee (Diputació, 443), local que encantaría a Tamara Falcó: siempre hay disponibles peluches gigantes sentados en sus sillas, dispuestos a darte un abrazo de oso que sanaría cualquier ruptura. Y, para los amantes de la cerveza, La Bona Pinta (Diputació, 433), bar dedicado a las cervezas artesanales y de todo el mundo, con un larguísimo catálogo lleno de cebada para todos los gustos.

En Lilo Coffee tienen peluches gigantes.

En Lilo Coffee tienen peluches gigantes. / Instagram

Pero no solo es comida: el barrio también tiene equipamientos verdes como el parque de la Estació del Nord, con mucho césped donde tumbarse para hacer pícnics, con un ambiente muy familiar los fines de semana y con obras de teatro en directo durante los meses de verano. Aunque, si destaca una zona del Fort Pienc, es la calle Ribes, una arteria diagonal y mayoritariamente peatonal que cruza el barrio, llena de terrazas, espacios culturales, y que cada sábado organiza, de 10 a 14:30 h, un mercado de payés, con productos traídos directamente del campo. 

Algunas recomendaciones para disfrutar de la calle. Recién inaugurado, el BoBa (33), que fusiona helado artesanal italiano con ‘zoo ice cream’, es decir, helados en forma de animales, los primeros en importarlo a Barcelona. Además, cuentan en su carta con ‘weel cake’ (una especie de pequeños gofres redondos y rellenos) y ‘bubble tea’. O, unos metros más al norte, el centro cívico del Fort Pienc (plaza Fort Pienc, 4), cuyos ciclos de cine gratuito son poco conocidos, a pesar de su interesante catálogo.

Y, siguiendo Ribes en dirección Glòries, tres de los espacios más icónicos del barrio: el Teatre Nacional de Catalunya (plaza Arts, 1), L’Auditori (Lepant, 150) y el mercado dels Encants (Castillejos, 158). Sí, una ruta perfecta para hacer planes por Barcelona sin querer acabar tatuándote un ‘tourists go home’.