Conde del asalto

Encerrados con música en una habitación

Los dos documentales que más emocionan este año del In-Edit son conversaciones sobrias de dos personas fascinantes cuyo carisma basta para sostener una película

Caetano Veloso en el documental 'Narciso em ferias'

Caetano Veloso en el documental 'Narciso em ferias' / Filmin

Miqui Otero

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¿Y si las mejores historias se pudieran explicar sin salir de una habitación? 

Estos días se celebra el festival In-Edit, una cita con el documental musical de gran solera en Barcelona. En este festival me ha tocado hacer de todo: desde engullir palomitas compulsivamente amparado en la oscuridad del cine hasta ser jurado (una deliberación digna por momentos de 'Doce hombres sin piedad', de donde salieron ganadores, por méritos propios, un documental sobre una estrella del pop que abandonaba todo para trabajar en su casa y otro sobre la importancia cultural de las chirigotas). 

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Cada año los reclamos en el In-Edit son muchos. Siempre empiezas fijándote en aquellos que trazan la carrera de tus músicos favoritos, pero al final los que más disfrutas son esos que narran una historia alucinante de alguien a quien no conocías y también aquellos que son simplemente una conversación.

Venimos de una pandemia que nos ha encerrado en casa intermitentemente durante un buen puñado de meses. Así que tiene sentido lo siguiente: los dos que más me han emocionado este año son conversaciones sobrias, sin salir de un escenario único, de dos personas fascinantes cuya palabra y carisma bastan para sostener una película.

Caetano en un calabozo

El primero, Narciso em férias, lo protagoniza Caetano Veloso. En un contexto dictatorial en Brasil, impulsó la Tropicália, que mezcló a finales de los sesenta folclore brasileño con modernidad anglosajona. Tambores y Beatles. Toda la película es un plano fijo con la silueta de Caetano recortándose sobre un fondo gris hormigón patibulario. En tiempo real, explica con pelos y señales cómo el 27 de diciembre de 1968 llamaron a su puerta. Él había pasado toda la noche cantando con sus amigos, canciones como 'Súplica', de Orlando Silva. A las 5.30 entró la policía militar y le dijeron que se los llevaban (a él y a Gilberto Gil) para un interrogatorio. La furgoneta blindada, sin embargo, tomó la carretera y enfiló el camino que separaba Sao Paulo de Río de Janeiro. Durante dos meses, estuvo encerrado en un calabozo sin saber de qué se le acusaba. En una celda al lado de la de un viejo comunista, que, entre otras cosas, le dijo que su canción favorita era…. 'Súplica', de Orlando Silva. Así que no se podían ver, pero se comunicaban con palabras y Caetano le cantaba esa canción. Medía el paso del tiempo a partir de los temas que sonaban en el transistor de uno de los trabajadores de la prisión. Si la canción era triste, esperaba lo peor. Si era luminosa, se permitía soñar con lo bueno. Y entonces, en la peli, coge la guitarra por primera vez y canta 'Hey Jude', de los Beatles. Solo una persona hablando. Solo una persona. Aunque, claro, esa persona es Caetano. 

Genialidades lúcidas

El otro es similar: L’home dibuixat, una conversación con Jaume Sisa. El, para mí, mayor genio de la música catalana habla de su vida cuando siente que esta se le escapa. Está triste, tristísimo, pero juega y lanza genialidades lúcidas e intenta sonreír. Exactamente lo que logra con su música galáctica. Es el autorretrato perfecto de un visionario al que no le gusta mirar atrás, pero que aquí lo hace. Y una vez más es él, solo él, un tipo hablando a cámara. Aunque, claro, ese tipo es Sisa. 

En tiempos en que no se han podido vivir vidas de exterior y grandes gestas y producciones, las dos pelis son una buena invitación a sentarnos y explicarnos historias.

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