Conde del asalto

Flashback: hace justo un año

"¿Quién quiere salir de casa cuando se está tan bien?", decíamos entonces. O "espero no empalmar la comida con el plan de la noche". La nostalgia está llena de frases caducadas

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Miqui Otero

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Hace algo de rasca para ser marzo. De hecho, por si las moscas, yo me pongo la bufanda a modo de mascarilla en los ferrocarriles para ir a dar las clases a Terrassa. Ayer, volviendo de la uni, Juan Pablo le tiró una fotografía a una pintada racista: “Fuera chinos”. La gente se está volviendo algo majara con lo del virus. Lo decía ayer en la clase sobre distopías y futuros apocalípticos: lo único que logran este tipo de crisis es sacar lo peor de nosotros. 

No hay que alarmarse. Hace un par de semanas un padre envió un mensaje al chat del colegio. Que tenía un amigo de un amigo de un conocido epidemiólogo, decía. Que en unas semanas estaríamos todos encerrados en casa. Que fuéramos comprando mascarillas. Sonrío bajo mi bufanda cuando veo que otra madre le contesta con el 'meme' de Homer Simpson tañendo una campana de mano con la frase: EL FIN ESTÁ CERCA

Hay que obligarse a salir

Habrá que empezar a hacer planes para el fin de semana, aunque yo me pasaría los dos días leyendo en casita. ¿Quién quiere salir cuando se está tan bien? Además llevo un tercio leído de la novela de Olga MerinoLa forastera, y nada me apetece más que devorarla en cuanto llegue el sábado. Con un par de páginas ya se ve que la va a poder comprar y leer un montón de gente. Y que Olga va a viajar un montón presentándola durante el próximo trimestre. Me alegro un montón, por ella y por el novelón. 

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Pero algo habrá que hacer. Hay que obligarse a salir. Es posible que lo primero que haga sea desayunar en la Granja Petit Bo, al lado de casa: suelen tener prensa, además de gofres, y dentro se está bien. Aunque también podemos ir a por un Cacaolat a la pista de hielo de Roger de Flor: patinar no, pero últimamente me encanta ir a la cafetería del primer piso con el mocoso y ver cómo le nace cierta malicia juguetona: se parte su cajita torácica riendo cuando se 'esnafran' (nada grave) los patinadores allá abajo. Luego podría llevarlo a una matinal de cine. Creo que ahora estrenaban 'Trolls 2'. Con lo cenizo que está todo el mudno con las noticias de la pandemia, el subtítulo puede ser un buen presagio: 'Una película feliz, muy feliz'. 

Comidas interminables

Luego he reservado en el Bar Ramón para comer. Me gusta comer dentro: bajas las escaleras y es el paraíso, con esas tapas cubiertas por la 'senyera' y ese musicón que pone David con las luces bajas. No querrías salir nunca. Hay que ser realistas, la comida va a durar lo suyo, pero espero no empalmarla con el plan de la noche. Dejaré al niño con los yayos, que les encanta tenerlo en casa. A mí también me gusta que eche horas allí, jugando en mi habitación, como si yo me hubiera quedado allí atrapado con dos años. A veces, duerme abrazado a mi madre. Eso también me gusta. Pero es que además así podemos ir de bolo por la noche. Tocaban Da Souza en el Apolo, que son tan buenos músicos como buena gente y que acaban de sacar un discazo: se van a hinchar de girar por ahí y de tocar en sitios. Creo que un día de estos también había bolo de Victor Coyote en el Sidecar. Ramón nos ha preguntado si iríamos. Igual llego sin hambre, pero caerá  el típico bikini rápido del Glaciar, “para hacer cojín”. Igual hay suerte y después del bolo aún hacemos la última volviendo a casa, en el Butyklan. Ese sí que no va a cerrar jamás: lleva con la misma barra revestida de escay y las mismas mesas desde hace décadas. Seguro que no, seguro que no cerrará nunca.

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