Conde del asalto

Los posavasos de Bocaccio

El nuevo libro de Toni Vall, 'Donde ocurría todo. Historias y estética del mítico templo de la Gauche Divine' demuestra que los objetos tienen unidos recuerdos imborrables

Bocaccio

Bocaccio / periodico

Miqui Otero

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Que los objetos son tiempo concentrado lo demuestra tanto una novela como 'Submundo', de Don Delillo, que sigue las caprichosas peripecias de una pelota de béisbol durante medio siglo, como todos los libros de segunda mano del mercado de Sant Antoni, con esas primeras páginas donde alguien escribió «juntos para siempre» o «si lo regalas te mato, cabrón. Te quiero», revendidos tiempo después por el destinatario de la dedicatoria. 

Si lo hizo por un divorcio atómico, una liquidación total, una muerte inesperada o por mera venganza no lo sabemos. Pero si prestamos atención, cuando miramos con ojo geológico ese libro vemos a su escritor consumiéndose a pitillos para encontrar la frase feliz que atrape la vivencia traumática, los gritos de su pareja porque desatiende la colada, la sorpresa del editor que vio en ella arte o dinero, el traqueteo de la imprenta que la vomitó 10.000 veces seguidas, el ilustrador que la leyó en la playa para pensar la cubierta, el librero que la visibilizó al lado del ficus del escaparate, la persona algo enamorada (o con intención carnal) que la compró, quien recibió el regalo después de soplar las velas o tirar la basura, la ruptura y la separación de bienes y la traición y la reventa, las lepismas rondando las esquinas dobladas en las páginas importantes. O a mí mismo pagándola un domingo.

Donde ocurría todo

Esto, que parece obvio, que los objetos son memoria, lo sabe muy bien alguien como Toni Vall. Acaba de publicar un libro sobre Bocaccio, cuyo subtítulo da pistas: 'Donde ocurría todo. Historias y estética del mítico templo de la Gauche Divine'. Esto es, abrevadero y laboratorio desde 1967 de cierta izquierda exquisita, una camada barcelonesa de artistas (arquitectos, escritores, fotógrafos, filósofos, cantantes) y de artistas sin arte, por tirar de Jules Dassin, que construyeron copazo a copazo, cachete con cachete, cerebro con cerebro, pechito con pechito y ombligo con ombligo un local de fiesta que intentara imaginar cómo sería Barcelona y el mundo unos años después. Prefigurarlo  de un modo ideal: después del franquismo, todos seríamos irresistibles, ingeniosos, libres.

Quizás su fórmula no ha teñido toda la ciudad, pero sí el libro de Vall, que atesora esos tres adjetivos. Y lo hace con entrevistas y crónicas con (perdonen la aliteración) Regàs, Gimpera, Roman Gubern, Serrat, Marsé o Herralde.

Objectos con vida

Encuentros donde Vall, el entomólogo de la memoria de esta ciudad, siempre acudía con objetos que habían jugado algún papel en Bocaccio o en las vidas de los entrevistados, con una selección muy democrática: del taburete al posavasos. O a una edición de 'Últimas tardes con Teresa', con esa cubierta que invalida la idea de que no puedes juzgar un libro por su portada. Su intrahistoria incluye la melena rubia de una Miss Dinamarca (de la edad de Teresa) dejando ciego a medio paseo de Gràcia, Oriol Maspons guiñando un ojo antes del clic, un Innocenti descapotable abriendo la ciudad en 1965, un Serrat primero suspirando pijoapartescamente por la protagonista de la foto, luego jadeando con ella, luego resoplando de rabia por el abandono y dedicándole una canción, 'Conillet de vellut', que ajustaba cuentas de la forma más tierna, encantadora, divertida. 

Otros tres adjetivos aplicables a este libro de un coleccionista incansable de bibelots y afiches, de dedicatorias y pitilleras, de memoria atrapada en objetos, anécdotas y carcajadas.